Madonna vistió la noche de brillo y rara sensualidad
Recital de Madonna, acompañada por Jai Winding, Michaél Beardon y Mike McKnight (teclados), Paul Pesco (guitarra), Víctor Bailey (bajo), Luis Conté (percusión), Omar Hakim (batería) y Niki Haris y Donna de Lory (coros). Cuerpo de baile: Ruth Inchaustegui, Christopher Childers, Carrie Inaba, Ungela Brockman, Michael Gregory, Luca ■ Tommassini, Jill Niclaus; y Carlton Wilborn. Estadio de River Píate,
Sofisticada, desafiante; por momentos pléna; de ternura. Así es Madonna; en; escena. Él “Girlie. Show” está hecho a, su medida. Riquísimo én su concepción visual. Inteligente; en él aprovechamiento del espació escénico a partir de los sorprendentes, cambios escenográficos y de vestuario, en la elaboradísima coreografía, por momentos plena de provocación. Después de ver su actuación, sé comprende; que Madonna no es Una estrella pop “a secas”. La pócimá de ésta singular hechicera del show busines incluye ingredientes que van desde el music hall y el espectáculo de cabaret hasta el circo trashumante. ‘Pronto él ' espectador debe, admitir qué ha quedado atrapado en las invisibles redes, de una, mágica fascinación. Porque a pesar, de los variadísimos atractivos y puntos de atención qué ofrece el show, amplificados: en detalle sobre dos generosas pantallas de video, la. miíada rara vez puede apartarse de la gran protagonista.
Controvertida
Hubo ventanas breves pero abiertas a pleno que dejaron ver el perfil más' controvertido de la intérprete norteamericaná. Pero fue una , experiencia ocasional, claramente efímera en medio de dos horas de actuación.
Poco después de las 21.30, casi media hora antes lo pautado, las luces del estadio se apagaron para alborotar á los algo más de 40,000 espectadores, adolecentes en su mayoría, que concurrieron antenoche a River.
Ataviada con lustroso cuero negro para unos diminutos shorts, corpiño, botas y un antifaz que contratastaba furiosamente con su pelo muy corto y rubio, la diva irrumpió con su look más felino y perverso para ofrecer una insinuante versión de “Erótica”, corte de su último álbum.
La pequeña y movediza blonda ,siempre domino el primérísimó plano. Ello, a pesar del voltaje erótico -para esté tipo de show, por ciertó- de una bailarina en topless y la sensualidad de una puesta coreográfica dispuesta sobre el fondo de un escenario con boxes en desnivel.
Pero este juego dé provocación se escurrió rápidamente hacia los contagiosos ritmos ; de “Fever” y “Vogue”. que recordaron a la multitud que la consigna era bailar y pasarla bien.
El rudo cuero fue desapareciendo y afloraron las prendas multicolores, una enorme, y simpática peluca; rubiá, estolas y tacones altos, altísimos.
Como solista o a trío con las excelentes cantantes Niki Haris y Donna De Lori, Mádonna sabe conmover con su voz. También seduce, claro, con todo su cuerpo. Y en esa libertad recae buena parte de su atractivo. Con soltura domina la actuación y el' baile: así lo demostró, en “Rain”, una especie de cantando bajó la lluvia al mejor estilo Hollywood.
"Hola Argentina, ¿la están pasando bien?”, preguntó la cantante en nítido castellano cuándo la multitudinaria audiencia ya había cedido a sus no pocos encantos.
Si la desinhibición le permite a Madonna estimular la fantasía y simular un acto sexual con dos de sus bailarines en “Express Yourself”, también puede ponerse én la piel de una niña huérfana dé afectos para: teñir de melancolía “Why It’s So Hard” o evocar a dos amigos vencidos por el SIDA en “Deeper & Deeper”.
Amada y odiada
Si bien muchas de sus posturas en, tomo del sexo han sido cuestionadas, tildadas de mal gusto, de exhibicionismo y hasta de malintencionadas, no fueron en esta ocasión motivo para el escándalo.
Qué decir de la mujer fatal y perversa que frente al piberío que le gritaba “entrega el...” sólo atinó a preguntar “¿Qué están cantando? ¿«La cucaracha»..?”
Hubo pasajes francamente simpáticos, como reservados para una platea de locos bajitos. Ya sea vestida con frac y galera, de mimo, soldado o dama del siglo XIX, Madonna atrae, divierte y se divierte.
El tiempo pareció acotarse porque el buen ánimo, fue pleno. Así, casi sin quererlo, fue llegando un final con toques de buen humor. ,‘I`m Going Bananas” y el clásico “La isla bonita” se tomaron algo en broma las contagiosas cadencias caribeñas, que dieron pie una de las más brillantes puestas coreaográficas.
También de simpatía desbordante fue la puesta “Holyday”, última canción antes de los dos bises que se robaron la más ruidosa ovación, cuando Madonna se convirtió en el rígido comandante de un alocado batallón del ejército norteamericano.
“Everybody” fue la canción de despedida. En la cálida y húmeda medianoche flotaba una agradable sensación. La de miles de jóvenes que saborearon a pleno lo que de esencial tiene todo espectáculo: la diversión.
La Nacion
(Sin fecha)
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