sábado, 17 de febrero de 2018

0953 - Abel Pintos - 1997 - Para Cantar He Nacido

ABEL PINTOS 

TODO FUE MUY RAPIDO

Llegó a Cosquin de la mano de León Gieco y, con sólo 13 años, se convirtió en un suceso. Cantó dos veces y lo distinguieron con una mención especial. 

Desde que el 25 de enero llegó al Festival de Cosquin de la mano de su padrino artístico, León Gieco, Abel Pintos, de sólo 13 años, -está en boca de todos aquellos que se que­daron shockeados con su voz -tan bella como plena de matices- y también con su pericia de veterano sobre un escenario que pisaba por primera vez. 
Este chico de Bahía Blanca, más preci­samente de Ingeniero White, a quien le encantan la pizza, el fútbol y el programa, de televisión La Niñera, fue la mayor sor­presa de la 38a edición, que concluyó el do­mingo y en la que fue distinguido con una mención especial. 
¿Cómo te sentís después de tu suceso en Cosquin? 
Estoy feliz, pero me siento algo extraño. Imagínate: llegar a un escenario como es­te y que la gente se ponga tan loca y me re­ciba tan bien... Y encima que me pidieran una noche más. No. No lo esperaba, pero lo estaba buscando. 
¿Cómo es eso? 
Es que yo siempre soñé con venir a Cosquín. Soñaba cantar acá y ver lo que pasa­ba. Bueno, vine, canté y ahora estoy vien­do lo que pasa. Estoy un poco confundido, pero me gusta. 
Abel sonríe y se le forman hoyuelos en las mejillas. Es un hermoso chico de ojos oscuros y atentos, que habla con tono fir­me y parece envuelto en una "coraza de adultez” de la que cuesta sacarlo. Y es comprensible. Basta tratarlo para percibir ésa es la única forma que encontró para defenderse del aluvión de periodistas que le cayeron encima luego de la noche que dividió en dos su vida y la de su fami­lia. 
Hijo de Raúl Pintos (48), un empleado de una empresa de pavimentación, y de Susana Marini (47), Abel tiene dos herma­nos: Ariel, de 24, y Andrés, de 21, que ase­guran que la vocación del hermanito nació apenas saltó de la cuna, a Mi mamá me compró una guitarrita con cuerdas de alambre cuando cumplí tres años. A partir de ahí arranqué y ya no paré más. En la escuela, en mi casa, en to­dos lados. Hasta que entré al coro de la Cooperativa Obrera, en Ingeniero White, y el director, Carmelo Fioritti, que sabe muchísimo de música, me empezó a pre­parar. 
Y ya un poco más preparado te encontras­te con Raúl Lavié... 
Sí, él viajó a mi pueblo para el progra­ma, Tango en la Bahía. Y como mis pa­dres colaboran con la sociedad de fomento del teatro donde se graba, nos invitaron a almorzar y cenar con él. Le gustó cuando canté, así que le di una cinta. El se la mos­tró a León Gieco y a él también le gustó. Enseguida me mandó llamar para grabar el disco. 
¿Cuándo pasó todo eso? 
En octubre del año pasado. Y todo fue muy rápido. De una semana para otra. Co­mo en un sueño. Cuando fui a Buenos Aires a conocer a León, él me invitó a can­tar a un recital que hacía en San Justo. Ese fue el primer público grande que tuve. 
¿Y antes dónde cantabas? 
Y... donde nos llamaran. A veces hacía­mos 300 kilómetros para cantar apenas dos temas. Cuando ya no pudimos pagar los viajes por nuestra cuenta, empezamos a pedir que nos pagaran los gastos de viáti­cos y de comida. Mi papá toca el bombo en el grupo, y mi hermano Ariel la guita­rra. 
¿Seguis estudiando musica? 
Sí, tomó clases de canto y armonía. Des­de hace tiempo voy todos los lunes, miér­coles y viernes al profesor Armando Livani, y los martes y jueves a la fonoaudióloga Liz Costa. Ellos me preparan y me en­señan cómo tengo que hacer para cuidar la garganta. 
¿Y cómo la cuidás? 
Todas las mañanas me tomo un jugo de naranjas con azúcar en ayunas. Eso forma glucosa y me da fuerzas. A la tarde hago ejercicios de respiración durante veinte minutos, y trato de no comer mucho hela­do. 
¿Cómo te gustaría que fuera tu carrera? 
Como la de Mercedes Sosa, porque ella fue creciendo siempre. O, si no, como la de Luis Miguel, que no se quedó en lo que hacía de chico y fue madurando como ar­tista. Pero mi verdadero ídolo es Merce­des. 
¿La conocés personalmente? 
La vi una sola vez, cuando ella fue a Bahía Blanca a dar un recital. Yo tenía 11 años y estuve sentadito a un costado del escenario llorando todo el tiempo. Estaba emocionado y no podía parar. Cuando el concierto terminó, me acerqué a saludarla. Mercedes me abrió los brazos y me dijo: “Vení, no llorés más”, y me abrazó. No se me borró más. Ahora, cuando abrazo a al­guien de su tamaño corporal, la siento a .ella. Siento su perfume, su aroma, que me quedó grabado. 
Tal vez ya escuchó la disco o te vio por te­levisión en el Festival de Cosquin... Ojalá haya sido así, porque ella es la me­jor de todos.

Clarin Espectaculo
Miercoles 4 de Febrero de 1998

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