Del Baldio y La Daga
Un excepcional trabajo poético
musical reúne al mayor músico rioplatense del último medio siglo y a un poeta
de extraordinario vuelo, con excelencias de edición e interpretación
Jorge Luis Borges
odiaba el tango-canción tal cual se difundió por el mundo en la voz de Carlos
Gardel y sus sucesores. Decía que habían amariconado el tango, lo habían
traicionado en su esencia al sacarlo del bajo y su mitología de cuchillos,
malevos y coraje. Tal vez soñó -él mismo lo dice en alguno de sus bellísimos
poemas- no ser un intelectual ultramontano y minusválido, y se soñaba como
guapo de avería, puñal al cinto y paso acompadrado.
Por eso, la mayoría
de los poemas de este refinadísimo e hiperintelectualizado porteño
reconstruye el mundo mitológico de los orígenes, el tiempo de la ruda niñez
del tango, el reino perdido del coraje. A algunos de estos textos épicos,
nostálgicos, admirables, se animó a ponerles música el más grande creador de
la música rioplatense en muchos decenios: Astor Piazzolla. Y el resultado es
curiosamente brillante. Por supuesto, un poeta excepcional y un músico
incomparable tienen que producir obras hermosas; pero lo curioso reside en que
el extremo refinamiento del lenguaje, tanto sonoro como literario, pueda
ilustrar el universo áspero y brutal que pretende reflejar de forma tan
elocuente.
La comunión entre
Borges y Piazzolla es tan honda como irrepetible; y ello fue apreciado por un
grupo de artistas sensibles que han sabido crear, en base a la misma, uno de
los discos más atractivos que puedan encontrarse actualmente en el mercado. El
bandoneonista y arreglador Daniel Binelli, ex integrante de la orquesta de
Osvaldo Pugliese y miembro del famoso Sexteto Nueva York, del propio
Piazzolla; el cantante Mario Rubén González, conocido como Jairo, y el actor
Lito Cruz registraron 12 temas de Astor Piazzolla, algunos de ellos puramente
instrumentales y otros con textos de Borges. El resultado.es exquisito, uno de
esos discos inolvidables que gravitan en la vida de un amante de la música. La
sapiencia del compositor, su increíble intuición para crear climas, el vuelo
poético de su melodismo, no sólo sostienen a altísimo nivel los temas
instrumentales, sino que enmarcan de manera incomparable los duros y emotivos
poemas de Borges. En los mejores momentos {Jacinto Chiclana A don Nicanor
Paredes, Oda íntima a Buenos Aires) la simbiosis es tan honda y absoluta como
en los grandes lieder de los compositores mayores del canto de cámara.
Los arreglos de
Daniel Binelli tienen un sostenido buen gusto, y acompañan los temas recitados
con discreta pero poderosa elocuencia. En algunas piezas, como la bellísima Milonga
nocturna, la versión está a la altura del compositor, lo que es mucho decir.
El cantante Jairo, no específicamente tanguero, canta admirablemente los
textos, con una hermosa voz de tenor y afinación impecable, cosa muy meritoria
en el extremado cromatismo de las melodías de Piazzolla. Lito Cruz recita con
expresividad y ajaste de estilo, aunque en algún caso (como en el celebérrimo
poema El tango) resulta algo débil desde el punto de vista dramático. Pero en
términos absolutos este disco es memorable y puede apostarse a que será un
clásico. Muy pocas veces se ha logrado evocar de forma tan poderosa y bella ese
mundo perdido del baldío y de la daga que fascinaba al gran poeta ciego de la
Buenos Aires que ya no existe.
Domingo 27 de Abril de 1997
El Observador (Uruguay)
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