viernes, 4 de marzo de 2016

0837 - Mike McGear - 1970 - McGear

Los dos Mc Cartney
 Paul no es el único famoso de McCartney, su hermano Mike (un año y medio menor) es también bas­tante conocido en Inglaterra y Eu­ropa por ser uno de los integrantes del trío The Scaffold (el Cadalso), un conjunto comedia, música y sket­ches. Paul había hablado muy poco de su hermano, inclusive nunca mencionó que fuera músico como él. Quizás porque Mike es muy or­gulloso y no quiere utilizar el pres­tigio de su hermano para su carrera. Es mas cuando tuvo la oportunidad de unirse al trío lo hizo con un seudónimo artístico: Mike McGuear. Solo después de mucho tiempo la prensa pudo enterarse que el más joven integrante del conjunto era el oculto hermano de Paul. De todas maneras, la música que hace Mike nada tiene que ver con la que in­terpreta su hermano: The Scaffold tiene predilección por las canciones en solfa. El primer tema que gra­baron, para la EMI, en 1966 se llamó ‘‘Dos días lunes”, posteriormente editaron una cargada a Batman: “Goodbat, Nigthman" y el año ante­rior llegaron por primera vez al tope de los rankings ingleses y europeos con “Lily la rosada", una especie de marcha escocesa que causó fu­ror en todo el mundo.
Paul y Mike no tienen rivalidades entre sí y se llevan muy bien, pero cada uno hace sus cosas.
Algunos meses atrás Mike accedió a contar su infancia y la de su hermano Paul: un informe revelador que aclara muchos puntos oscuros de la vida de uno de los genios musicales de los últimos años. La narración de Mike es fresca, sen­tida, y por momentos se convierte en un documento literario:

Paul acaba de cumplir 14 años cuan­do el mundo maravilloso que nos rodeaba se derrumbó de golpe: ma­má había muerto. Cuando mamá enfermó a Paul y a mi nos mandaron a pasar unos días con nuestros tíos. Todo fue muy rápido: a mamá la internaron una noche en el hospital y al día siguiente papá vino para decirnos que ella nunca más estaría con nosotros.
Ninguno de los dos nos dimos cuenta —en un principio— del significado terrible de esa desapari­ción. Quizás -para no sufrir, por un mecanismo de defensa, pensa­mos que lo que debíamos hacer era mostrarnos fuertes ante nues­tros familiares, sobre todo con los primos. Queríamos que ellos supieran que éramos valientes. Pero sólo ocurría durante el día, cuándo nadie podía vernos, a la hora de dormir, llorábamos juntos sin con­suelo.
A las pocas semanas nos fuimos a vivir a la casa de otros parientes: tía Jin y tío Harry. Ella tenían un parque muy grande; Paul y yo paseábamos todas las tardes por allí: muy pocas veces teníamos ganas de jugar. Sobre todo Paul, que cada día estaba más triste. Poco a poco, se fue alejando do la gente: apenas se lo veía a la hora de comer. Inclu­sive no quería hablar conmigo.. Yo creo que lo entendía y trataba de dejarlo en paz, pero su pena me hacía más grande el recuerdo de mamá.
Un día papá llegó, como todas las semanas, y nos dijo: "Queridos míos la mejor manera de recordar a ma­má es estar todos juntos, como ella quería. Nosotros tenemos que se­guir siendo una familia”.
Aquel primer invierno que pasamos sin mamá fue muy triste. Seguíamos asistiendo a la escuela y también nos ocupábamos de la casa. Pero no era lo mismo: las habitaciones parecían desoladas y nunca había fuego en la chimenea. Paul siguió con su carácter huraño: nada le in­teresaba, se acostaba en su pieza a leer o escuchar música. Ya no quería salir con chicas.
Con la llegada del verano Paul pa­reció comprender un poco mejor que mamá no iba a volver y comenzó a darle más importancia a su vida.
Cuando éramos chicos Paul pesaba unos siete u ocho kilos mas que cualquier muchacho normal su edad Nuestros amigos comenzaron a llamarle “gordo", yo también me acostumbré a decirle así.
El nunca me lo perdonó. Aún hoy, cuando quiero hacerle una broma para que se enoje le digo así. Y él se sigue enojando. Claro, ahora está bastante gordito... Recuerdo que un día fuimos a robar manza­nas a una quinta cercana. Todos nosotros subimos al árbol y baja­mos unas cuantas manzanas, cuan­do Paul se subió a buscar las suyas, de tan gordo que era, la rama que lo sostenía se quebró y se vino abajo. Sus amigos se acordaron du­rante mucho tiempo de ese día y siempre le hicieron chistes.
A pesar de sus kilos de más, Paul era un buen nadador. Una vez fui­mos a nadar a un lago cercano. En esa época yo recién estaba apren­diendo a flotar. No sé que me pasó ese día: algo anduvo mal y empecé a tragar agua, grité desesperada­mente. Paul me escuchó y vino a sacarme.
Dibujante, agrónomo,
Pero no músico
Paul era uno de los mejores alum­nos de la escuela que concurría­mos allá en Liverpool. Siempre nos comentaba, a papá y a mí, que quería convertirse en un profesor, sobre todo de literatura. Inclusive, varias veces envió cuentos a los concursos literarios con el seudónimo de "la momia”. También le gustaba la pintura, pero en eso siempre fue monotemático: por épo­cas sólo pintaba animales, otras veces se pasaba temporadas ha­ciendo caras y caras. Todavía hoy sigue dibujando: lo hace bastante bien.
Paul consultaba muy a menudo a papá sobre lo que más le podía convenir en su vida. Papá le acon­sejaba, sabiendo que era muy bueno en matemáticas, que estudiara pa­ra contador. Pero Paul siempre le decía —en chiste— que no quería porque después iba a tener que administrar el negocio de la fami­lia y que eso no le interesaba por­que éramos todos muy tacaños. Finalmente pensó seriamente en es­tudiar agronomía. A el siempre le gustó la naturaleza, sobre todo las plantas: tenía un pequeño cultivo en los fondos de casa. Papá tam­bién estuvo de acuerdo en que Paul estudiara para ingeniero agrónomo. La música siempre fue bien vista en nuestra familia: mi abuelo tocaba bastante mal, el violín; mamá solía tocar el piano y papá hasta llegó a integrar grupo de jazz, la Jim Mac’s Jazz Band.
Cuando Paul comenzó a demostrar admiración por los cantores y mú­sicos de aquella época, como Don Cordell, Doris Day, Joan Regan, Frankie Laine, papá se puso muy contento y le regaló una buena gui­tarra. Creo que le costó algo más de 20 libras.
Recuerdo que Paul pasaba gran parte del día tratando de tocar los temas de moda en la guitarra; es­tuvo varios meses así, pero no conseguía nada. Hasta que finalmente vino corriendo hasta el comedor y nos gritó: “Soy zurdo, soy zurdo”. Papá se rió y le dijo “No me digas que recién lo descubrís”. Efectiva­mente, en ese momento Paul des­cubrió que con la mano izquierda iba a tocar mejor la guitarra: cam­bió las cuerdas del encordado y las dispuso en el sentido contrario. Desde ese momento Paul comenzó a tocar en serio.
Un día Paul se apareció en casa con un amigo. Se llamaba George, George Harrison. Era un muchacho realmente distinto: desaliñado, desprolijo, especialmente con su pelo que siempre se encontraba revuelto y caído sobre la frente. Al poco tiempo Paul también comenzó a dejarse crecer el pelo. George venía a casa y se ponía a tocar la gui­tarra junto con Paul. Había una canción que cantaban siempre y se divertían como locos: Somos hermanos siameses, una melodía al estilo country. Algunos meses des­pués yo también comencé a formar parte del conjunto. Papá nos alentaba muchísimo y decía que éramos bastante buenos. Hasta estuvimos dispuestos a formar un trío, nos Íbamos a llamar los Elderly (los mayores). Pero nunca hablamos más del asunto. Ahora me pregunto ¿Qué hubiera sido de mí Paul y George si hubiéramos formado un grupo en serio?

Revista Pelo
Numero 1, Febrero de 1970

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