Rickie
Lee Jones pertenece a esa larga tradición de errantes irredimibles que forman
una parte inseparable en la historia de la canción popular norteamericana,
desde Woody Guthrie hasta Bob Dylan.
Y
en el caso de Rickie, la veta errante viene también de familia: su abuelo paterno,
Peg Leg Jones, había sido bailarín de vaudeville y la familia Jones conserva
todavía amarillentos recortes de diarios de la época que lo muestran presentando
su show por los mejores teatros de la
Unión , Encontrándose viudo prematuramente y sujeto a los
vaivenes de su carrera artística, Peg Leg registró a su único hijo -el futuro
padre de Rickie Lee-en una serie de colegios pupilos hasta abandonarlo
finalmente en un orfanato del sur.
La
madre de Rickie, Betty Jane Jones, no tuvo una infancia más feliz, ya que creció
en un hogar de niños de Chicago donde su madre debió dejarla al no poder
mantenerla.
Quizás
este background peculiar de sus padres hizo que Rickie Lee Jones no tuviese la
infancia típica de una familia de clase media norteamericana, ya que los Jones
debieron seguir los vaivenes ocupacionales de papá Richard a través de Chicago,
Los Ángeles, Phoenix y Olympia, ciudad esta última donde la familia consiguió,
a fuerza de sacrificio, cierta semblanza de estabilidad.
Según
palabras de su madre, Rickie siempre fue un poco diferente a las demás chicas
de su edad. “Recuerdo que de chica era silenciosa y retraída”, comenta mamá
Jones. “Tenía pocas amigas y en la adolescencia se pasaba la mayor parte del
tiempo en su cuarto, escribiendo poesía y tocando la guitarra que le había
regalado su hermano Dave”
“Siempre
me gustó escaparme” confiesa Rickie. “La primera vez fue a los 14 años, allá
por 1969. Había estado caminando con un amigo toda la noche, en Phoenix, donde
vivíamos en ese entonces. De pronto, decidimos que queríamos irnos a alguna
parte, ¡así de simple! Nos metimos en un auto ajeno y salimos como alma que
lleva el diablo. Me acuerdo que era un cochazo enorme que hacía un ruido
terrible... ¡Nos agarraron al día siguiente! ”
“Mi
compañero de fuga fue también mi primer amor. Todo iba muy bien hasta que un
buen día mi italianito me dijo que no me quería más. En fin... yo siempre
sostengo que la gente nunca se recupera del todo de su primer enamoramiento.
Por lo menos a mí me mató”.
Rickie: “era demasiado impulsiva. En cierta forma, me echaron de la escuela por
hacer lo mismo que ahora hago sobre el escenario: mostrar mis sentimientos,
mis emociones.”
Lo cual es un modo de decir que el estilo de
vida de Rickie Lee Jones se ha transformado en su característica como artista.
Rickie llegó a Los Angeles en 1973,
a la edad de 19 años, empleándose como camarera en una
serie consecutiva de bares y clubes de la Costa Oeste y viviendo
lo que se dice “con lo justo”.
“Fueron tiempos bravos”, recuerda la Jones. ‘Trabajaba en un restaurante italiano y vivía
con un tipo que tocaba la guitarra. De pronto, mi Romeo me abandonó con el
alquiler sin pagar y al día siguiente me despidieron...”
“No obstante, creo que fue para bien, porque el estar tan de últimas’ me hizo volcarme de lleno a mi pasión por la música.”
Decidida a seguir su vocación, Rickie dormía —cuando tenía suerte— en el departamento de algún ocasional benefactor
durante el día, mientras que por la noche tocaba “por la comida” en bares y locales
pequeños de California como The Comeback Inn, A la Carte y The Iván Theatre.
Buena parte de su “set” consistía en monólogos recitados en el
peculiar lunfardo callejero de Los Angeles, entre los cuales Rickie introducía
sus canciones; sus primeras canciones...
De esta época —1976, 1977— datan temas como Easy
Money (Dinero Fácil), The Last Chance Texaco (La Ul tima Chance, Texaco) y el gran hit de su álbum
debut, Chuck E’s In Love (Chuck E. Está
Enamorado).
Rickie confiesa tener un gran afecto por este último
tema, ya que en el período en que lo compuso fue cuando conoció a dos de sus
mejores amigos, el cantante Tom Waits y el “protagonista’' de la canción, Chuck
E. Weiss.
“Antes de conocerlos" confiesa Rickie, “no tenía lo que se dice amigos. Estaba sin plata y sin lugar donde
vivir, al punto que solía dormir junto a la pileta de un motel... De pronto un
día, cantando como invitada en el club Troubadour, me escuchó Chuck —que trabajaba en la cocina— y Tom (Waits) que andaba por allí. De allí en
más nos hicimos amigos. Fue una linda experiencia conocer a Tom y a Chuck. Yo
ya había aprendido a no depender de nadie, pues creo que cuando la gente
empieza a afectar tu ritmo de vida comienzan los problemas. Pero la relación
con ellos ha sido tan fluida que los considero como de mi familia, A -veces me
parece que los tres somos como verdaderos soñadores románticos que se quedaron
atrapados en una zona de tiempo equivocada. Así que nos apoyamos el uno en el
otro y nos queremos mucho…”
Incidentalmente, cabe destacar que Tom Waits es
uno de los últimos representantes del cantante de blues/jazz tipo “honky tonk”; su voz gastada y melancólica adaptándose perfectamente a los cuadros
de personajes marginales e historias de suburbio que pueblan sus temas. No es
casual, pues, dada la afinidad filosófica entre Tom y Rickie, que mucha de esa
melancolía blusera y urbana que rezuman los temas de Waits hayan encontrado su
contrapartida femenina ideal en el material de la Jones.
Pero más de esto después, ahora a describir el “gran salto” Jones, de cantante desconocida a engrosar las huestes de la sello del
conejo Bugs.
Según Rickie, su contrato con Warner llegó
luego de que su ex manager Nick Mathe enviara a la grabadora una cinta de
prueba con cuatro temas, Company (Compañía), Young Blood (Sangre Joven), The
Last Chance Texaco y Money.
Warner se mostró interesada, pero el gran
palancazo vino cuando Ivan Ulz otro buen
amigo de Rickie, le cantó “Easy Money” en el teléfono (!) a Lowell George el
recientemente fallecido cantante y guitarrista de Little Feat. George, (29 de junio de 1979),un innato descubridor de talentos, visitó
inmediatamente a Rickie para escuchar su propia versión y terminó incluyendo
el tema en su LP solista “Thanks, I’ll Eat It Here”.
Intrigados
por todo el revuelo, los productores de la Warner Ted
Templeman y Lenny Waronker decidieron hacerle una
prueba a Rickie. Lo demás ya es historia: la Jones se metió en los estudios de grabación con
varios de los mejores sesionistas de L.A. (Steve Gadd, Lenny Waronker, Andy Newmark,
Jeffrey Porcaro y unos cuantos gatos más)
y en abril de 1979 salió la placa, titulada simplemente “Rickie Lee Jones”, la cual se fue derechito a los
primeros puestos de los charts yanquis, seguida por una pequeña serie de
presentaciones en salas selectas del país y una aparición en el programa “Saturday
Night Live”, uno de los musicales de mayor audiencia en USA.
Bueno,
pero ¿en qué consiste el primer LP de la Jones ? Nada más, ni nada menos que en una serie
de pequeñas viñetas hechas canciones, en las que Rickie ha retratado poéticamente
muchas de las imágenes que acumuló en sus años de vida errante.
En
la dulce melancolía de On Saturday Afternoons In 1963 (Los Sábados A La Tarde En 1963), por ejemplo, Rickie recuerda
reflejos de su niñez, acompañada solamente por unos compases de piano. Ese
mismo tono emotivo que la Jones
emplea para las baladas, vuelve a repetirse con mayor fuerza en Last Chance Texaco, la historia de un empleado crónico de estaciones de
servicio, quien no puede durar en sus trabajos, destrozado emotivamente por
la pérdida de su mujer.
Easy
Money, un blues trasnochado típico de algún sótano disfrazado de club, nos
muestra otra cara de Rickie, con una voz suelta y sexy que nos cuenta la saga
de un par de marginados buscando el “dinero fácil” que los saque de perdedores
Pero los que crean que la Jones le canta sólo a la “depre” no pueden estar más equivocados. Sus personajes tienen siempre un
tinte romántico y humano que los redime aún en los entornos más adversos, o
como dice Rickie en Coolsville:
“La
ciudad te hará parecer malvada pero eso es sólo un maquillaje; el amor te
dejará la cara limpia por la noche...”
Rickie canta sus imágenes de ciudad con una voz
incisiva y suave a la vez, que se desliza a través de las estrofas metiendo
dosis libres de “scat” aquí y allá y eliminando palabras en el viejo
estilo de los “hipsters” de la dorada bohemia beat.
Puede decirse, en efecto, que todo acerca de
Rickie Lee Jones tiene un matiz personal. Para asegurarse de que no se olvidará
de sus “raíces” por el suceso obtenido, la Jones ha dispuesto un
medidor de estacionamiento al lado del escenario como parte de su show, a modo
de símbolo de días no muy lejanos. Incluso las más comunes exteriorizaciones
del público la divierten, como si no se hiciera a la idea de que es ella la que
las provoca. Se la ha escuchado decir a una audiencia de pie para ovacionarla:
“¡Oh, vamos, chicos siéntense! ¡No es para tanto!”.
Lo cierto es que Rickie Lee Jones tiene la
materia prima necesaria como para transformarse en una de las grandes cantantes
de los ‘80. El tiempo dirá si
su inspiración fue sólo el efecto de la “malaria” pasada, y si su veta
creadora puede sobrevivir a las presiones y exigencias típicas de quienes “han llegado”
Rickie no parece temer por sí misma “Yo anduve por allá abajo, bien abajo y pude
salir” dice, “así que ya no le temo a lo que pueda venir”.
Alfredo
Rosso.
Marzo
de 1980
Rock
Superstar Historia De La Música
Pop #26
Ediciones
De La Urraca
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