Se
supone que Ud. ya está confortablemente instado en su casa, dispuesto a
escuchar esta grabación.
Le proponemos
entonces un juego: imagínese sentado en un cálido, acogedor e incómodo Café
Concert de San Telmo. Alguien le ha servido una copa y una tenue luz ambiente
le permite entrever un escenario pequeño, donde espesas cortinas de terciopelo
negro enmarcan una vieja hamaca de mimbre, flanqueada por dos sillas de paja y
una mesita alta, con un antiguo teléfono de bakelita negra. Cada tanto, la
hamaca se mueve lentamente, dando la sensación de que alguien está sentado
allí, balanceándose quedamente, rodeado de un silente coro de acompañantes. El
espectáculo está por comenzar. 0 mejor dicho, el velorio de Don Pascual, el
zapatero del barrio, que se verá interrumpido en su solemnidad, por la sucesiva
entrada de los personajes de Niní Marshall, que con toda su irreverente ingenuidad, acudiran a dar su pésame a la inconsolable
viuda Doña Electra, invisible ocupante de la hamaca.
Y
así a cada golpe de puerta desfilarán una a una, Catita, Doña Pola, Jovita
(loro incluido), Mónica, Caterina y Cándida, mientras Mingo y Nicola, fuera de
la vista del público y cómodamente situados en la capilla ardiente (armada de
apuro en el local de lo zapatería) hacen de las suyas permitiendo a la
fregoliana Niní cambiar, en breves segundos, pelucas, narices, dientes,
vestidos, medias y zapatos en cada nueva aparición.
Este
espectáculo, que Niní escribiera allá por los años 50 con la sola finalidad de
entretener a su familia, decansó en el archivo de la actriz por casi veinte
años, para finalmente ver la luz en 1973, fecha en la que aún fue considerado
de avanzada, por abordar desenfadadamente el tema de la muerte. El mismo paso
de los años (y de los ministros de economía) hacen parecer hoy absurdas algunas
referencias a precios y personajes
de Niní han superado incluso esa contingencia. Ellos no entienden de pesos,
pesos ley, australes o pesos convertibles. Las agudezas de sus observaciones no
se resienten con el costo de la vida. Por el contrario, lo convierten en otro
chiste.
Si
Ud. vio algunas de las 1.500 representaciones de "Y... se nos
fue redepente", esta explicación está demás. Si no lo hizo, apréstese a disfrutar de una hora de desopilante humor negro. Y hágalo cuantas
veces quiera. Es la única pequeña ventaja que le ofrece esta grabación.
ELIO MARCHI
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