
LA QUE REINVENTA LOS TANGOS
Arisca. Eso es lo que se piensa cuando se la conoce sin conocerla. Dura. Distante.
Pura fachada. Eso es lo que se siente cuando un soplo le desarma, como a una endeble construcción de escarbadientes, el puente levadizo de su corazón fortaleza con claro talón de Aquiles en el amor.
Después, cuando se tiene la bendición de su confianza –cosa fácil y no–, se entiende todo.
Y ése es el momento en que ella, la más ella de todas sus ellas, hace perfecto y coherente contacto con la que se desangra sobre el escenario. Toda sentimiento. Toda vulnerabilidad.
Virginia funda cada tango que elige e inevitablemente le planta sus banderas. Si es nuevo porque quién se va a animar después de ella. (A mí me pasa sorprenderme, en su voz, de lo que fui capaz de escribir.) Si es viejo porque lo revolea de tal modo, que cuando lo atrapa y se lo prueba ya no le quedan rastros de usos anteriores (ver Naranjo en Flor, supuestamente grabado hasta el hartazgo, y Adiós Nonino que para mí nunca hasta ahora había necesitado tener letra, por más que ame a Eladia), con lo que barre con la teoría de que los temas consagrados exponen a la comparación.
Virginia hace strip-tease de alma con la impudicia y la sutileza y la pasión y la desesperación y la entrega de una rosa oscura explotando de belleza.
No se le pueden sacar los ojos de encima. No se puede respirar cuando ella canta. Ni falta que hace, porque es hipnótica y, en trance –como se sabe–, la respiración y el pulso se olvidan de ser.
¿Entonces cómo un disco?, pensé cuando me regaló su demo. Ella es visual, teatral, en vivo... Hay intérpretes que son un show y cantantes que necesitan el cuidado de la producción plasmada, lo que no divide en bueno y malo ni en mejor y peor.
La respuesta está aquí mismo: a la primera nota, desde el primer surco, ella se corporiza como un holograma y ocupa el espacio que sea. Virginia se sale del molde de las categorías y los planos conocidos. Porque es una artista sobrenatural.
Este CD es pura Virginia Verónica de exportación freezada, lista para el microondas de nuestra piel de gallina.
Bibi Albert, autora
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