viernes, 2 de febrero de 2018

0743 - Ry Cooder - Buena Vista Social Club

Ry Cooder no cree en Bloqueos

Su CD "Buena Vista Social club", se llevo un Grammy y tendió un puente a Cuba.


Sucede a veces. Un proyecto, medita­do y calculado minuciosamente, se desvanece, se entorpece, parece nau­fragar. Finalmente, se baraja de nuevo y, en su lugar, surge la magia. Así po­dría resumirse la génesis de “Buena Vista Social Club”, el disco con el que Ry Cooder se adjudicó un Grammy y el admirado respeto de sus colegas.
Como una continuación del “Talking Timbuktu” en el que el guitarris­ta se alió con Ali Farka Touré, un mú­sico de Africa occidental, Cooder y el productor Nick Gold, imaginaron un encuentro en La Habana, entre músi­cos africanos y cubanos. Una combina­ción, en busca de las raíces, de la mú­sica afro y de la afroamericana.
Pero los africanos nunca llegaron a la cita. Cooder, en Cuba, tomó contac­to entonces con viejos representantes de la música campesina de la isla. “Estoy contento de que no haya sali­do como esperábamos, porque esto me dio la oportunidad de juntarme con estos maestros del son. Uno no tiene muchas oportunidades de juntar un equipo como ése”, dijo recien­temente Cooder a la revista Pulse.
Viejos señores del son, allí, en un estudio, durante tres días, se unieron el americano con el cantante Compay Segundo, de 90'años; el pianista Ru­bén González, de 77; el cantante Ibrahím Ferrer, de 70, y, el más joven de todos, el guitarrista y cantante Éliades Ochoa, de 50. Además del bajista Orlando “Cachaíto” López y miem­bros de la banda Sierra Maestra.


Contacto en La Habana
No era la primer visita de Cooder a La Habana. A principios de 1996 ha­bía viajado con los Chieftains y vol­vió, en marzo de 1997, para el proyec­to que viró en camino.
Un camino en el que Cooder descu­brió que las raíces eran, finalmente, las mismas. Que tanto el blues como el son fueron los hijos de los ritmos africanos en sus nuevas tierras. “Ru­bén es un maestro zen viviente, del tipo de los que pensás que nunca te encontrarás en tu vida, un enlace con el pasado -dice Cooder-. Nosotros tocamos algo de Jelly Roll Morton y él dijo «Oh, sí, música habanera, un tanto anterior a mi tiempo»”.
Así fue como, frente a esta gente, el guitarrista americano dejó de lado los temas que había preparado antes de viajar para dedicarse a escuchar la sabiduría de los viejos soneros. In­cluso su guitarra quedó en un segun­do plano.
“Ellos se sentaban a cantar sus me­lodías, casi jugando, y yo mantenía un grabador andando todo el tiempo. En un momento, por ejemplo, les hi­ce escuchar una melodía, «Esto lo hi­cieron cinco canciones atrás», les di­je. «Óh sí, es Murmullo. ¿Te gusta?, hagámosla». Era así de sencillo.”

Los caminos, los años
Ry Cooder comenzó a tocar la guita­rra cuando apenas tenía tres años. El ' tiempo, entonces, estuvo de su lado. A los 51 años está considerado un virtuo­so de los instrumentos de cuerda, des­de la guitarra slide hasta la mandolina, pasando por el banjo, el tiple mexicano o las guitarras hawaianas. Pero, ade­más, su interés por las músicas del mundo lo llevó a ser considerado un musicólogo abierto y curioso.
Sus comienzos, a principios de los años sesenta, fueron en el ambiente de blues y folk del sur de California. Rising Sons y fue miembro de Captain Beefheart’s Magic Band.
Pero su horizonte fue más amplio aún. Convocado por los Rolling Stones, participó en las grabaciones de “Let it Bleed”, de “Sticky Fingers” y en “Exile on Main Street”. Aunque sólo aparece en los créditos de “Love in Vain”, él ha asegurado que suyo es el riff principal de “Honky Tonk Women”, o más bien de “Country Honk”, su versión primigenia.
En 1971 publicó su primer álbum solista, “Ry Cooder”, con viejas canciones, de antes de los años sesenta, rehechas con su estilo sincopado. Poco después, en 1976, comienza su búsqueda más allá de las fronteras y edita “Chicken Skin Music” con el acordeonista Flaco Jiménez y el guitarrista hawaiano Gabby Pahinui.
Dúrante los años ochenta se concentró en realizar bandas de sonido para películas, entre ellas la de “Paris, Texas” de Wim Wenders.
En los noventa volvió a la música universal con “A Meeting by the River” con el indio Vishwa Mohán Bhatt, él ya citado “Talking Timbuktu” y ahora, la sorpresa total con “Buena Vista Social Club”.

Un disco que derriba las fronteras

La gran virtud que muestra Ry Cooder en esta genialidad bautizada “Buena Vista Social Club” es que, precisamente, Ry Cooder no se muestra.
Está allí, obviamente, como motor de este proyecto . que recupera el son, el danzón, el bolero, la guajira y el tumbao. Está su guitarra. Está -y concretado- su intento de darles nueva vida a legendarios compositores cubanos, Pero aquí rio hay fusión, mezcla de géneros, teclados que se agregan, voces extrañas que se suman. No es una muestra de esta tendencia posmoderna del crossover, que mezcla géneros, estilos y músicos, y que en muchos casos suena igual a un híbrido.
Es casi un proyecto antropológico, por llamarlo de alguna forma más ajustada a la realidad. Una recorrida respetuosa por lo más preciado de la música cubana. Casi al natural. Despojada de efectos. Austera. Pero brillante en su concepción y en su resultado.
Hay curiosidades, eso sí. Como la canción. “Amor de loca juventud”, de Rafael Ortiz, definida en el booklet como perteneciente al género “influencia americana/gospel/blues”, escrita en 1930, y “Orgullecida”, de Elíseo Silveira, enrolada dentro de la “influencia americana/jazz”, compuesta en el mismo año que la anterior, en las que quedan en evidencia los puntos de contacto entre la música norteamericana de entonces y la cubana, con ecos del ragtime y de las canciones que el cine de los Estados Unidos había difundido en todo el mundo.
La edición merece un capítulo aparte. El booklet es, en realidad, un librito de 48 páginas con toda la información imaginable: además de los músicos participantes de este proyecto, una breve reseña que ubica cada canción en el momento histórico y musical de Cuba, una explicación de los diversos géneros y ritmos abordados, y la letra de las canciones, en castellano y en inglés.
Ry Cooder se parece cada vez más a un navegante que redescubre mundos pero no para conquistarlos. Lo que logra es derribar fronteras geográficas y musicales.

La Nacion - Espectaculos
22 de Marzo de 1998
R.C.

4 comentarios:

  1. Magnífico artículo. Me encantaría saber cuál es el booklet del que se habla al final. Estaré eternamente agradecido a quien me de información de él.

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    1. Hola, el booklet al que hace referencia, es el que acompaña la edicion del CD, viene el Cd en caaja acrilica, un booklet del mismo tamaño que la caja acrilica del CD y todo queda dentro de una caja de carton, que reproduce la caratula y la contracaratula del CD

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    2. ¡Caramba! Muchísimas gracias. Abusando de tu bondad ¿Sabes en donde puedo leerlo en la red? ¿O comprarlo?
      Gracias.

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    3. Hola, en verdad no tengo idea si en la red, lo encontraras, ya que al ser tantas paginas alguien e tuvo que haber tomado el trabajo de scanearlo. De lo contrario, deberías conseguir el CD que contiene el librito. Supongo que en una disquera o casa de discos deberias conseguirlo, desconozco si el disco esta discontinuado o no.......

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