Había Una Vez Un Jaime Roos
Como era de costumbre, el Ali Khan entró en aquel fastuoso lugar
parisino. Como era de costumbre el pianista de la orquesta, un tal Lalo
Schiffrin, comenzó a tocar “Según pasan los años”. Esa era la melodía favorita
del soberano. El director de la orquesta sonrió satisfecho. Su nombre era
George Roos y ni soñaba que su sobrino Jaime no sólo continuaría la tradición
musical de la familia sino que se convertiría en uno de los máximos exponentes
de la nueva música latinoamericana.
Los Comienzos
Si algún barrio de Montevideo puede jactarse de haber acuñado la
palabra candombe ése es el Barrio Sur. Allí nació Jaime hace veintiséis años.
El primer instrumento formal fue una Gianini brasilera que llegó a sus manos
vía papá cinco años después. Con ella toma clases en un conocido conservatorio
montevideano hasta que comienza el secundario. Por ese entonces se arma de una
guitarra eléctrica y se entrevera con Los Roberts en los imprescindibles bailes
de la adolescencia. Los Beatles le estaban dando vuelta la cabeza a todo el
mundo y a los pioneros (Mateo, Rada, etc.) se les ocurrió la locura de
fusionar.
Los especialistas-en-etiquetas le pusieron "candombe-beat” y la
historia prosigue. En 1968 comienza a trabajar como músico de teatro, actividad
que desempeña hasta que se va del país. Paralelamente integra varios grupos de
primera línea entre los que se destacan “Epílogo de Sueños" y
"Aguaragua", cuyo líder era Pajarito Canzani. No hay que ser muy
inteligente para saber las razones que mueven a un joven, para peor músico, a
emigrar de estas latitudes. A mí se me ocurren por lo menos una docena. Así que
ahorremos tiempo y situemos la acción en París 1975 y un puñadito de músicos
latinoamericanos tratando de sobrevivir. Sesiones de grabación, boliches,
teatros, todo viene bien. Rumba, salsa, candombe y todo lo que pueda hacer
bailar franceses con buena onda. Pareciese que la adversidad de un medio
extraño une más a la música del continente que las sanatas intelectuales. Jaime
entre otras cosas ejerce la dirección musical de un ballet folklórico, acompaña
a Iva Zanicchi, graba una cinta con temas propios y se las arregla para
concurrir regularmente a la cátedra de Musicología de la Sorbona, donde se
familiariza con todos los instrumentos que puede. La noticia de la muerte de su
padre lo hace interrumpir las actividades y poniendo espaldas al mítico
invierno parisino regresa a Montevideo, pero descendiendo del avión en México
para que el pulgar y los buenos vientos hagan el resto. El camino está plagado
de corridos, cumbias, plenas, valses y joropos. Una música que nunca más le
sería extraña. Al fin, en Montevideo, da forma a su primer trabajo solista:
“Candombe del 31", una joyita.
Candombe Del 31
"Creo que en este caso se puede hablar de música montevideana, y
no sólo por la presencia del candombe y la murga, sino por la forma como ha
sido enfocada en su totalidad. Aun-que las tempestades sean en Bilbao, y haya
por ahí algún ritmo venezolano o del norte argentino, pienso que la manera de
sentirlo y expresarlo es muy Montevideo.
También siento (quizá sea el único) que se guarda una determinada
unidad en el trabajo, a pesar de las diferencias de “color" de los distintos
estudios de grabación, y de las diferentes épocas en que fueron escritos los
temas.
Con respecto a las influencias, éstas son siempre muy fuertes, pero el
resultado puede llegar a ser completamente distinto, por encima de ellas y del
mismo autor, que muchas veces contemplará lo que produjo con sorpresa, buena o
mala. Aquí hay tres o cuatro canciones que debieron ser interpretadas por
Ra-da, Mateo o Urbano, arreglos tocados por El Kinto, o por las guitarras de
Don Alfredo; ante la imposibilidad de esta concreción lo hago yo, a su manera
quizás. No es coincidencia, está buscado así (valga como pequeño reconoci-miento
hacia estos músicos que le han hecho bien a mis oídos y a mi corazón durante
tanto tiempo).
Si se tratara de un libro, pondría en la página anterior al primer
capítulo: “A la señorita Efe". Jaime Roos."
Eso dice la contratapa del disco.
Nada mejor que sus propias palabras para sintetizar el concepto de este
disco. Sólo con la amenaza de ahorcarme me quedaría con tres temas del lado
uno, el primero (por riguro-so orden de aparición) “Cometa da la farola”. La
letra tiene una frescura y síntesis impresionantes Una tarde de sol
montevide-ano, un barrilete pegado al cielo, el Parqué Rodó con su viejo parque
de diversiones, y la proximidad de la cancha del violeta Defensor llena de
fútbol, son las claves para una melodía alegre y murguera El bajo hace la marcación
del bombo de la murga y los platillos dividen arriba haciendo el ritmo bien
picante.
Una pinturita El segundo tema es “Can-dombe del 31 ”, donde la guitarra
y la voz me-lancólica de Jaime pintan un fresco memorable del fin de año de su
barrio:
"Bandoneón del Barrio Sur respiré y tírame otro candombe que no
somos nada y se acaba el año/ el que viene es peor/ mano a mano con las caras
"fané" de las yiras de la cuadra/parche y parque y se arma el
bailongo/ y dale que va/ que las manos ya acarician la mesa/ y los viejos
levantan su cerveza/ en honor de la más bella ilusión...
El tercero se llama “Y es asi (tres si-tuaciones)' ' y es un
“milongón" de pura cepa. La mistura de milonga y candombe da un resultado
cadencioso y zumbón, ideal para la ácida crítica a la "cafetez" del
personaje urbano de la letra: "Leyendo mentiras en los titulares/ mirando
las piernas de alguna mujer/ ansioso por la conclusión/ el hombre se largó a
pensar/ que fue asi/ que el milongón/ quedó en su corazón...
Del lado dos, y bajo amenaza similar, tam-bién elegiría tres temas.
“Viaje a las ruinas” es un viaje al Cuzco en el lomo de un candombe. El piano
de Jorge Lazaroff sorprende por su justeza y por prescindir de las archisabidas
escalas jazzisticas en favor de un clima latino. A ritmo electrizante la voz de
Jaime dice que: "si te vas para las ruinas/ no te olvides de llevar/ papel
y carbonilla/ asi es más fácil recordar/ el Intihuatana te va a decir de la
cuarta dimensión/ para enfermar sin remedio/ tus nociones de civilización...
Y uno empieza a visualizar la proyección latinoamericana de la música
de Jaime sabiamente complementada por la temática de las letras. Otro buen
ejemplo de esto es “Te acordáshermano” compuesta a propósito del en-cuentro con
un viejo amigo de la infancia. Una genuina zamba de armonías abiertas y con un
dueto de quenas medido y original a cargo de Jorge Bonaldi que contribuyen a la
creación del clima de nostalgia y agridulce reflexión para que la letra nos
reviente la cabeza. Por último “Carta (a poste restante)”, un cariñoso tributo
a su compañera Franca. La forma musical en este caso es el "joropo”
venezolano que se va afirmando a medida que se desarrolla el tema mediante una
inteligente superposición de guitarras acústicas. La melodía es simple y etérea
y la letra es absolutamente bella.
Los temas restantes son también de muy buena factura y presentan
algunas características similares a los mencionados o sea un excelente nivel en
los textos que no caen jamás en lo intelectualoide y un impecable laburo
instrumental, sin grandes despliegues técnicos pero abundante en matices. Pero
eso no es todo. Además de componer y arreglar todos los temas, este buen
muchacho se encarga de la casi totalidad de la ejecución con excepción de la
colaboración de Jorge Lazaroff y Jorge Bonaldi en los temas citados
anteriormente más el agregado de la batería de Luis Sosa en “Cometa..."
yen “Viaje a...". Resumen: "Candombe del 31", una joyita.
El Mundo Sigue Andando
Entonces Jaime presenta su primer disco en un ciclo de conciertos que
se realiza en abril de 1977 en la sala Millínton Drake de Montevideo, con muy
buena repercusión en crítica y público.
Al mes siguiente y quién sabe por qué, vuel-ve a Francia y a sus tareas
de músico profe-sional. Así pasan los meses tocando y -cuando puede- viajando
hacia todas partes, tanto que sus amigos lo apodan "El babilónico”. Hasta
que un buen día, y vaya a saber cómo, conoce a Jacques Subileau. Este pelilargo
caballero queda enamorado de la música de nuestro héroe oriental. Eso no agregaría
nada a nuestra historia si Jacques no fuera el director de Atmósfera, un
pequeño sello independiente que como único dato relacionable editó alguna vez
un disco de Edmundo Rivero (¿?). De esa manera surge la idea de grabar un Lp. y
Jaime viaja a la campiña de Normandía donde tendrá a su disposición un coqueto
estudio de 16 canales. Los músicos invitados son el excelente percusionista
uruguayo Jorge Trasante, el ar-gentino Carlos Grasso en flautas y la francesa
Emmanuelle Parrenin en dulclmeres y espineta. La grabación se extiende de mayo
a julio del 78. Señoras y señores: "Para espantar al sueño" ha
nacido.
Para Espantar Al Sueño
A mi entender, “Para espantar...” da la opor-tunidad de comprobar el
crecimiento de la mú-sica de Jaime Roos. En “ Candombe del 31” das
composiciones estaban concebidas dentro de las estructuras más o menos clásicas
de la canción, en cambio "Para espantar...” propone una forma más abierta
a partir de la creación de texturas sonoras más complejas que más que definir
sugieren. Búsqueda similar, valga la comparación, a la que ha desarrollado Joni
Mitchell en sus últimos trabajos. Ambos coinciden en borrar los contornos
rítmicos en favor de la "imagen” del ritmo, una suerte de impresionismo
musical que conservando la esencia permite una expresión más líbre en tanto que
estimula la improvisación constructiva y no la pirotecnia instrumental. Digo
similar y no igual porque la canadiense explora sobre las vertientes de [a
música popular de sus lares (el jazz y el folk), mientras que Jaime rebusca en
la música de nuestra América. Pero las herramientas conceptuales son casi las
mismas.
Los textos también sufren positivas transfor-maciones. Mantienen la
fuerza descriptiva de los textos del primer Lp. pero sin la linealidad
narrativa que aquéllos contenían. Utiliza las imágenes como contraseñas que se
van deve-lando a medida que avanzan. Eso las hace más abiertas y enigmáticas.
Por ejemplo en “Todo un pais detrás” nos invita a deducir las peripecias de su
viaje a dedo por Perú diciendo: "Quiero sacarle chispas al asfalto/ otra
vez/ con mis pies/ descubrir Lima por la madrugada/ desde el cielo/ un café/
Sentir soplar en la camiseta/ gallinazo planeando al viento del mar/ correr la
sombra de mi pelo/ Adelante, adelante...".
El disco abre con “SI. si, si” que es una de las primeras composiciones
de Jaime. Enton-ces no podía ser otra cosa que un candombe. El negro Trasante
demuestra su dominio del rit-mo golpeando los parches lo menos posible para que
las guitarras acústicas y la voz hagan el resto: "Sí. sí, sí,/ se fue mi
amiga/ se fue/ lejos se fue quién lo diría/ voló tan lejos ese pájaro sin alas/
ley natural/ parecería si/ que pasa el tiempo/ parece ayer el otro invierno...
El segundo tema es “Para espantar al sueño” y ahora sí atrona un
candombe con to-da la bola. Trasante le pega duro a una “cuer-da” de tambores
(formación ortodoxa del can-dombe compuesta por “bombo", “piano”,
"re-pique”, “chicos” y "maderas") mientras Roos se hace cargo de
las guitarras, bajo, piano, voces y algunos manotazos a los tambores. La
polenta hace arder el tocadiscos. Y la letra no desentona dibujando la dura
vida de los ca- mioneros cuyo, única preocupación es llegar con la carga en
fecha y la relación de solidari-dad que curten con otros eternos del camino:
los mochileros. Para el fin del lado está “Duér-mase la mamá”, compuesta en
homenaje al gran Eduardo Mateo y a semejanza de éste Jaime utiliza las palabras
como unidades foné-ticas, tejiendo con ellas (en juego de sobregra- baciones)
un ritmo sensual y melancólico.
Si el primer lado es bueno el lado dos es me-jor. Empezando por “SI
señor”, donde Jaime traslada a la murga una de las características más notables
del folklore centroamericano: la continua repetición de un coro cantando un
estribillo y una voz solista improvisando adelan-te. El resultado de esta
mezcla es explosivo. El coro repite hasta el cansancio
"Pueblo americano cantándole al nuevo mundo” junto a la voz
improvisando mientras el re-doblante murguero y la flauta se mandan a fondo.
La pausa justa está con “Las cosas malas”, cuya letra (extracto de una
carta de su mujer) se va quemando al fuego de un can-dombe bien lento.
Luego viene “Todo un pais detrás" que el mismo Jaime Roos definió
musicalmente como “una mezcla del Kinto con los Who". El Kinto es un
mitológico grupo que existió allá por el año '65 y en el cual militaron algunos
de los "proceres" de la música uruguaya. Los Who son los Who y el
tema mata.
Una explicación imprescindible antes de pa-sar al último tema. Como se
habrán percatado en la nota, se hace continua referencia a la murga. Ahora
bien. Las murgas, tal como se entienden en Uruguay, son la columna ver-tebral
del carnaval montevideano. Agrupa-ciones de más o menos quince personas
disfrazadas y pintadas que, acompañadas por bombo, platillo y redoblante,
ridiculizan y criti-can modas, sucesos y personajes del momen-to al son de
melodías populares. Pero ¡ojo! que la cosa es muy seria. Existen concursos
(organizados por la municipalidad) que premian a la mejor murga, el mejor
vesturio, etc. y las murgas recorren mientras dura el carnaval tinglados
erigidos en todos los barrios donde el público, con absoluto rigor crítico,
adhiere en-tusiasta o las condena a la indiferencia del murmullo. Bueno, como
ven la cosa daría para largo. El caso es que las murgas, para finalizar su
actuación en los "tinglados" (asi se llaman) entonan una “retirada”
cuyo tema siempre gira alrededor de la circunstancia del adiós y de la promesa
de un próximo y feliz reencuentro con la 'gentil barriada”. Uds. se preguntarán
qué tiene que ver toda esta explicación con el disco que estaba comentando. La
razón es que para el final Jaime Roos y sus secuaces arman una murga y se
despiden como una "Retirada" que pone la piel de gallina:
"Se va se va la murga / aunque ya nunca pueda decir adiós / y a la
gentil barriada / va dedicada esta humilde canción. / Mis pies sobres la rula /
los sentimientos señalan al sur/el rumbo es uno solo / y las nostalgias nos
ayudan a andar. / Era una retirada / que al despedirse / quiere
regresar..."
Excelente final para uno de los trabajos más lúcidos de la últimos
tiempos.
El Mundo Sigue Andando
La edición del disco no altera demasiado las cosas en el mercado
francés y Jaime debe se-guir trabajando como músico profesional. En Montevideo,
en cambio, la música de Jaime empieza a tener creciente popularidad. La crítica
recibe la edición uruguaya (junio del 79) con vítores y aplausos. En ese mismo
momen-to J.R toca el bajo en el larga duración de Jor-ge Carbajal "el
sabalero" además de encargar-se de los arreglos. Y ya en este año, más
pre-cisamente en marzo, realiza un ciclo de pre-sentaciones en el Teatro de La
Gaite de París, acompañado por el inseparable Jorge Trasante y por (¡oh,
sorpresa!) Osvaldo Caló en teclados y Roberto “Negro” Valencia en requinto.
Mientras tanto el buen Jacques Subileau se tomaba la cosa tan en serio que
editó en junio " Candombe del 31" y reservó los estudios Fremontel
(donde se grabó "Para espantar...”) para el 23 de agosto pasado con el fin
de grabar un nuevo disco. El Lp. se llamaría Aquello" y los músicos serían
los de siempre más algún francés que desconozco. Para cuando esta nota vea la
luz la cosa "andará por el mezclado, de manera que nada mejor para este
cuento que un final abierto tipo Bergman. Una estación atestada de gente. Un
pibe joven se compró una revista para leerla en el viaje. Suena una chicharra y
el tren se va. Como la murga.
Jorge Nasser
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