viernes, 2 de febrero de 2018

0745 - Manic Street Preachers - 2003 - Lipstick Traces A Secret History

Londres Agosto de 1993: la movida


LONDRES. Londres a fines de siglo. Una ciudad envuelta en una espesa niebla musical qüeltiene un solo nombre: rock. Un rock más vivó que nunca, que palpita en las calles que rodean el Covent Garden Market, naciendo eñ los pequeños amplificadores de los músicos callejeros; o que surge del estruendo; sonoro montado en el estadio de Wémbléy o en el Royal Albert Hall, cita obligada de los grandes recitales. Un rock que se transpira en el oscuro y apretado recinto del Club Marquee.

El'rock en Londres es vértigo y novedad. Todo pasa aquí demasiado rápido. Nadie parece preocuparse ya, por ejemplo, de los Beatles, salvo los turistas que acuden en tropel a molestar a los empleados de la firma que ocupa hoy el lugar de Apple Records, o se sacan fotos frente a los estudios de Abbey Road. Para los ingleses tanto los Beatles como el Swinging London se han convertido ya en pasado, una tradición británica más, tan respetable como Dickens o la reina Victoria,

No es que se los haya olvidado. Todavía hoy dominan la bibliografía de rock, desde los pormenorizados trabajos que reseñan en detalle sus ediciones piratas hasta el polémico libro de Róss Benson Paul McCartney Behind the Myth, donde el beatle aparece muy alejado en su vida privada de la imagen simpática y cuidadosamente construida para la opinión pública.

Los Rolling Stones parecen estar algo más vivos en la curiosidad colectiva, áunque más no sea por la agitada agenda sexual de Mick Jagger, al que varios libros atribuyen haberse acostado con media Gran Bretaña.

Pero el rock no es sólo añoranzas de los 60. Cada clécada cuenta con una legión de nostálgicos. En el Rock Circus, sucursal rockera del museo de cera de Madame Tussaud situado en él London Pavillion, diariamente se congrega una multitud que se deleita con esta mezcla de feria de diversiones y museo del rock, asombrándose cuando la figura de cera de David Bowie mueve sus labios en perfecta sincronía con la música. Llama muchísimo la atención ver a cuarentones y a sus hijos adolescentes tararear al unísono canciones que ya tienen 20 o 30 años.

En él Victoria Palace Theatre, una multitud’ delirá con los rocks clásicos de Buddy, estupénda biografía teatral de Buddy Holly que .ya lleva 4 años en escena y concluye invariablemente con el público bailando furiosamente en los pasillos o sobre las cómodas butacásde la sala.

Cada faúna rockera tiene su pasión por una época determinada. Hoy domina la nostalgia, por los 70, el glamrock,, con sus zapatos de plataforma, lentejuelas y ambigüedades sexuales. Úna nostalgia que incluye todo; desde la energía de Marc Bolán hasta la sutileza de Bowie o Roxy Music.

Las faunas rockéras son variadísimas. Los neohippies de brazos tatuados y peinados de peluquería se codean con los cada, día más escasos e inofensivos punks. Tan inofensivos que ya se han convertido en tema de tarjetas postales más o menos irreverentes. Junto á ellos desfilan algunos jovencitos con pelo largo marcado al medio, a lo Steve Marriott. Y algunos nostálgicos de los 60 van por Piccadilly luciendo un atuendo mod, con saco y pantalón de terciopelo incluidos.


Club Marquee, cita obligada

Pero si la nostalgia prevalece, la novedad impera también. En la cambiante y fresca escena británica nadie, puede quedarse dormido. Basta unos meses de inactividad para que otra ocupe su lugar. Estupendos conjuntos como The .Stone Roses o The Charlatans fueron víctimas de esa celebridad fugaz. La última esperanza del rock inglés, Teenage Fan Club está a punto de descubrirlo. Mientras su último simple, Radio, anticipa su esperado álbum doble a editarse en septiembre, los rumores del alejamiento de su líder, Norman Blake, parecen haber dañado las posibilidades de la banda.

En el Club Marquee, ubicado en 105 Charing Cross Road (a pocas cuadras de su original ubicación de los años 60 en Wardour Street), los grupos de nombre indescifrable se suceden, en escena. Una fresca noche de 1 julio se puede presenciar allí un recital, del grupo Voivod, que presenta su disco The Outer Limits , definido como cyber-punk, curiosa mezcla de rock espacial, heavy metal y tecno. Un cóctel ensayado ya hace años con mayor éxito por los veteranos Hawkwind. Pero si los Voivod no se lucen demasiado, el ambiente del Marquee captura la imaginación, extraña mezcla de sonido ensordecedor, calor húmedo y ceremonia apretada. Algunos, entre el estruendo, encuentran sitio para instalar un verdadero laboratorio de sustancias ilegales. Mejores grupos indies pueden disfrutarse más cómodamente en lugares como el Town & Country Club o el Mean Fiddler.

Donde también se pueden vislumbrar algunos de los mejores y más recientes grupos surgidos en Gran Bretaña es en la variada programación televisiva de la BBC. Para estos días se espera con ansiedad en los círculos rockeros la primera emisión del programa No Stilettos, grabado en Glasgow, en el cual tres bandas importantes presentarán sus temas en vivo. Nada menos que los Lemonheads (tal vez el grupo americano más amado por los adolescentes ingleses) iniciarían el ciclo.

Decadencia elegante

Las nuevas agrupaciones británicas sorprenden tanto por la calidad y sofisticación de su música como ,por la juventud extrema de sus integrantes. A la cabeza de la onda del glam-rock sobresale Suede, seguida por toda una legión de jovencitos histéricos que sólo esperan desnudar a su cantante, Brett Anderson. Pero no nos engañemos: además de teatro y ambigüedades, Suede ofrece muy buena música, y durante el reciente festival de Glastonbury se especuló con que el mismísimo Bowie se les uniera en escena.

A la elegante decadencia de Suede se, suman la excelente impresión que dejó en todo el mundo el LP A Storm in Heaven, de Verve; la potencia rústica del quinteto de Liverpool Skorpio Rising, o las intrincadas melodías del trío Revolver. A ellos se agregan, por, supuesto, el sonido sofisticado e hipnótico del quintéto Slowdive y la bandá indie del nombre imposible: Tsunami.

Pero la verdadera sensación del momento en Gran Bretaña, la verdadera amenaza para padres y maestros es un cuarteto del sur de Gales, Manic Street Preachers, liderado por el vocalista y guitarrista Richey James.

Los Manic Street Preachers eran considerados hasta poco un anacronismo, casi los últimos punks, hasta que su segundo álbum Golf Against the Soul, puso las cosas en su lugar. Un excelente, disco, donde la furia se, da la mano con la musicalidad, cómo en La Tristesse Durera, ya un himno para los adolescentes de los suburbios, los chicos del desempleo y la sobrédosis.

Aunque las nuevas bandas inglesas sorprenden por su talento,, están condenadas a combatir con una realidad innegable. Los jóvenes británicos prefieren las americanas, aun las más mediocres y vulgares.

Las remeras de los adolescentes indican sus preferencias, los Guns N’Roses y Nirvana, yan a la cabeza, seguidos a poca distancia por los Lemonheads y los Spin Doctors. El humor británico también aparece en las vidrieras. En un negocio de Camaby Street puede verse, entre las remeras que anunciaban giras de Nirvana y los Guns, una en la que sobresale el rostro de Hitler y una inscripción que reza "Adolf Hitler. Gira Europea. 1939-1945”.

El gusto por todo lo americano hizo, por ejemplo, que la noche del 11 de julio una multitud se dirigiera a Finsbury Park para presenciar el show de Neil Young.. Esa misma noche, el grupo británico The Kinks llenaba el Róyal Albert Hall en un vibrante concierto que fue ignorado puntualmente por la prensa musical.

Esta pasión por el rock americano puede hacer que los Beach Boys llenen el estadio de  Wembley en uno de los recitales más pobres de los que se tenga memoria en Gran Bretaña en muchos años. Un verdadero robo. Pero la vertiginosa vida musical de Londres no tiene tiempo de lamentar estas estafas. Se mantienen aún vivos los ecos del éxito del festival de Glastonbury, donde compartieron el escenario grupos flamantes como Suede, Verve o los Lemonheads, con dinosaurios deV la talla de los Kinks o Donovan, en un inmenso happening de carpas, desnudos y barro. Tampoco se apaga la tristeza por la muerte del estupendo guitarrista de David Bowie en los 70, el muy respetado Mick Ron- son, o el escándalo provocado por Bono de los U2, al parecer interesado en contratar al banquero nazi Hentsch para asesorar financieramente al grupo.

Alejada por completo de todo el delirio, en una calle del Covent Garden Market una desconocida banda de reggae interpreta sus temas para los curiosos. Un guitarrista casi tan talentoso como Santana lidera el grupo y da por terminada la función. Mientras grupos tan buenos hagan su música en la calle, lejos de toda difusión, podemos; estar seguros de algo: el rock británico tiene una larga vida por delante y está pasando hoy por uno de sus mejores momentos. La nostalgia es buena, pero el presente, mejor aún.
La Nacion
Lunes 2 de Agosto de 1993

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