jueves, 3 de mayo de 2018

9930 - John Pizzarelli - 2004 - Bossa Nova


Existen Diversas Teorias Sobre Su Origen

¿De dónde viene la expresión "bossa nova"?

De una frase de un lustrabotas a la curiosa promoción de un recital, son muchos los misterios que rodean a la “bossa nova"

Cuesta creerlo pero la bossa nova, la mani­festación musical na­cida hace cuarenta años de la cabe­za y las manos de toda una generación de artistas, bien podría deber su nombre a un hombre que tra­bajaba lustrando en la calle zapa­tos ajenos. 

La historia del anónimo lustra­dor de zapatos que inspiró con su expresión a quiénes buscaban un nombre para bautizar el naciente movimiento no es oficial, pero es tan válida como otras que tampoco lograron imponerse por carecer de pruebas suficientes. 



Durante el apogeo de la bossa nova, entre 1959 y 1964, el reporte­ro Sergio Porto reclamó el honor de haberla bautizado gracias a la ocurrencia de un lustrabotas de Río de Janeiro. Según Porto, el hombre, admirado por sus zapatos sin cordones -unos mocasines que empezaban ya a hacer moda en Brasil-, exclamó: “¡Bossa nova! ¿Eh, doctor?”. 
Otra versión menos literaria y mucho más académica (y aburri­da) es la que proviene de la investigación del periodista Ruy Castro, la palabra bossa era usada por algu­nos músicos de las primeras déca­das del siglo para referirse a al­guien que cantaba o tocaba dife­rente de los demás. Con el tiempo, la expresión sirvió de receta para aludir a cualquier moda o tenden­cia y en la actualidad es sólo un ar­caísmo que sobrevive sólo en los más completos diccionarios. Sin excepción, quienes acompañaron el nacimiento de la bossa nova ; eran inquietos y rebeldes, y con su estilo de vida dieron más realce a lo que los historiadores llaman hoy los “años dorados” de Brasil. 

Este período comenzó en 1956, cuando Juscelino Kubitscheck asumió la presidencia del Brasil con la consigna “Cincuenta años en cin­co”, que catapultó el crecimiento económico del país.
A partir de entonces, y hasta el final de la década, un buen núme­ro de hechos significativos causa­ron una profunda transformación en la sociedad brasileña. En 1957 se estrenó el filme Río, zona norte, que dio origen al Cinema Novo. En 1958 la selección de fútbol ganó la primera Copa del Mundo y, ese mismo año, el escritor Jorge Amado lanzó su novela Gabriela, clavo y canela. En 1959 surgió el llamado movimiento neoconcreto en las artes plásticas y en 1960 el presidente Kubitscheck inauguró la nueva capital del país, Brasilia, que detentaba una aproximación a las últimas teorías arquitectónicas. 


Finalmente, la versión más aceptada sobre el origen del nom­bre es la del periodista Moysés Fúks, quien a mediados de 1958 era director artístico del Grupo Uni­versitario Hebraico de Brasil, una asociación de estudiantes israelíes en el barrio Flamengo. Según esta génesis, el nombre fue por prime­ra vez impreso en unos volantes que anunciaban un show multitu­dinario (por la cantidad de músicos sobre el escenario) en un mo­desto teatro.  
Fuks, responsable de organizar los actos culturales de ese grupo universitario, tenía una hermana que era alumna de guitarra de la academia de Roberto Menescal y Carlos Lyra, dos de los nombres que pasarían a la historia como importantes exponentes de la bossa nova. Al oír de su hermana las inéditas canciones que le enseña­ban sus maestros y que surgían de un extraño modo de tañer las cuer­das -el peculiar estilo que venía propagando un guitarrista todavía muy poco conocido y descarada­mente joven, Joao Gilberto-, Fuks tuvo la idea de invitar a los profe­sores Menescal y Lyra a protagoni­zar una de las noches de recitales del Grupo Hebraico. 
La pareja de músicos aceptó, pero pidió ampliar el cartel con otros jóvenes cultores del movimiento. Las cantantes Sylvia Telles y Nara Leao, Chico Feitosa y Normando Santos, y los músicos de la orques­ta que los secundaba: el pianista Luizinho Eza, el saxofonista Bebeto, el trompetista estadounidense Bill Honr, el contrabajista Henrique y el bajista Joaó Mario.
Siempre que le preguntaron, Fuks aseguró que nadie le sugirió nada, pero tampoco recordaba qué le motivó a imprimir en un mimeògrafo cientos de carteles pro­mocionales del espectáculo con la promesa de “una noche bossa no­va”. Aquella noche, cuando cerca de doscientas personas quedaron

Clarin - Espectaculos
Hernan Bahos Ruiz (Agencia EFE)
Sabado 18 de Abril de 1998

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9929 - Molotov - 1997 - Donde Jugaran Las Niñas

LOS FABULOSOS CADILLACS COMPITEN EN EL PREMIO MAXIMO DE LA INDUSTRBA MUSICAL PE EE.UU.

Este año se incorporó el rubro Rock Latino. Y los Cadillacs compiten contra tres bandas mexicanas y una de Colombia. La ceremonia será el miércoles a las 22, en Nueva York. TNT televisará en directo.

E1 rock latino será premiado por primera vez con un Grammy este miércoles, cuando se celebre la 40 emisión anual de esta ceremonia en Nueva York. Los Fabu­losos Cadillacs, los únicos argentinos que participan en la flamante categoría con su disco Fabulosos Calavera, estarán esa no­che en el Radio City Music Hall con toda la esperanza de ganar el premio para el que también están nominados el grupo colombiano Aterciopelados y los mexica­nos Café Tacuba, el Tri y Molotov.
El otro rubro latino, el pop, volverá a en­frentar a Julio Iglesias y a su hijo Enrique, en una categoría en la que también partici­pa Luis Miguel. Julio Iglesias -reciente ga­nador en los American Music Awards- hará las veces de presentador, junto a Sting, Mariah Carey y Gloria Estefan entre otros, en la ceremonia que será conducida por el actor Kelsey Grammer, protagonista de la popular comedia televisiva Frasier.
La cadena CBS televisará el show en vi­vo para una audiencia estimada en 1.500 millones de personas en más de 190 países (acá llegará por TNT, el miercoles a las 22). Y si los televidentes sólo podrán ver las tres horas en las que se repartirán los más importantes de los 92 premios, los usuarios de Internet tendrán acceso mediante Yahoo! al resto de la fiesta y po­drán "chatear” con los ganadores.
Este año, las actuaciones se caracteri­zarán por la presencia de dúos. Se podrá ver el de Barbra Streisand y Celine Dion. También lo harán Stevie Wonder con Bab- yface (que tiene seis nominaciones), Aretha Franklin con The Blues Brothers y Erykah Badu con Wydef Jeán, de The Fu- gees. Otras actuaciones estarán a cargo de Luciano Pavarotti, Fiona Apple y Hanson.


Las de Bob Dylan, Will Smith y Fleetwood Mac fueron anunciadas como participacio­nes espedalés.
Paula Cole, Shawn Colvin y Sarah McLachlan cantarán juntas, coronando lo que para muchos fue “el año de las muje­res en el rock”. Cole, por caso, está nomi­nada en 4 de las categorías generales (dis­co, canción, álbum y mejor nueva artista). Además, así como en el rubro masculino de mejores vocalistas de rock competirán- veteranos como Bob Dylan, John Fogerty, , David Bowie y Bruce Springsteen, en el rubro femenino en cambio se medirán ta­lentos jovenes -Fióna Apple, Meredith Brooks y Ani DiFranco- junto a la pionera del punk, Patti Smith, qüe había sido has­ta ahora ignorada por la Academia.
Del show en sí se esperan pocas sorpre­sas. La mayor de todas la dio el alcalde de Nueva York, Rudolph Giüliani, cuando ha­ce una semana anunció que a la ciudad no le importaría si los Grammys vuelven a Los Angeles. Todo esto en el marco de una desagradable pelea entre el alcalde y el presidente de la academia que entrega
los premios (NARAS), Michael Greene.


A Giüliani no le gustó qué Greene lo dejara afuera en la conferencia de prensa donde se anunciaron los nominados. Has­ta ahora se creía que la ceremonia dejaba en las"arcas de la ciudad unos 40 millones de dólares. La municipalidad afiló el lápiz y la cifra disminuyó a 23 millones. “Ese di- nero.lo podemos hacer en un día”, se jactó Giüliani. El alcalde de Filadelfia tomó la posta y le ofreció alfombra roja a la acade­mia para que, el próximo año, el show se realice desde su ciudad.

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9928 - Patricio Rey & Sus Redonditos De Ricota - 1996 - Luzbelito


Los Redondos, siempre locales

Esta vez fue en Tandil, ante unas 21 mil personas. Pese a la lluvia, que obligó a interrumpir el show durante una hora, hubo fiesta ricotera. Salvo para los fotógrafos, que no pudieron acceder al estadio

Estoicos, Los Redondos. O mejor dicho, su público, a los que llaman "las bandas”. Porqué Tandil fue como una pesadilla: una lluvia inclemente, una ciudad con ne­gocios cerrados, sin comodidades suficien­tes; como para resistir el aluvión de gente qué viajó incontables kilómetros. No fue fácil estar en Tandil. Todo por unos cinco tipos que sólo se corporizan en el escena­rio bajo el influjo de un tal Patrido Rey. 

El hechizo estuvo a punto de quebrarse el sábado. Todo parecía estar en contra: la lluvia había mojado los equipos, por lo que el inicio del concierto se demoró una hora y debió interrumpirse a los 45 minu­tos porque la combinación de agua y elec­tricidad hizo peligrar la vida de los músi­cos. Muchos creyeron que ya no saldrían. Pero en esas circunstancias, donde la taba se da vuelta, es donde aflora el verdadero temple. Y Los Redondos salieron adelante, tal vez impulsados por ese “aguante” que el Indio Solari agradeció al inicio. 

Hasta entonces, el concierto había sido uno más, que comenzó con Nuestro amo juega al esclavo, en el que el público gritó hasta reventar aquello de “violencia es mentir”, y continuó con El pibe de los asti­lleros, Cruz Diablo (uno de los pocos de Luzbelito, junto con el que titula el álbum) y Un ángel para tu soledad. La música so­naba correcta, aunque con problemas de sonido: la base rítmica mantenía el ritmo a media máquina, Skay parecía cauteloso en demasía a la hora de sus solos mientras Solari trataba de hacer pie sobre las tablas en su posición de samurai bailarín.


Después del intervalo forzoso, con 20 mil fans empapados y pacientes, la cosa cambió radicalmente. La actitud del grupo se volvió mucho más musculosa y guapea­ron ante la adversidad. Y el rock and roll se desató: todos tocaron como demonios. Skay se soltó, y el Indio también. Los “mil rocanroles por los satélites” cantaron su verdad, a puro grito, a toda espuma. Mari­posa Pontíac, Vamos las bandas, Un poco de amor francés, Nene, nena, Todo un pa­lo y Mi perro dinamita fueron algunos de los temas decisivos que ayudaron a olvi­darse del barro, de la humedad y de los huesos del cuerpo. La gente comenzó a subir al escenario, pero esta vez no fue ne­cesario que los músicos se fueran para restablecer el orden. “El que se sube es un gil”, decretó Skay, y la gente volvió a sus lugares. Ji, ji, ji y Ya nadie va a escuchar tu remera fueron algunos de los bises que ce­rraron el concierto con un clima festivo, ausente en la primera parte.
Pero más allá de una buena actuación que comenzó bien y terminó mejor, Los Redondos ratificaron su capacidad como músicos y creadores de un sonido de rocanrol criollo que les es absolutamente pro­pio. Porque Los Redondos no hacen rock and roll a lo Chuck Berry, ni a lo Stone. Su alquimia es altamente particular, genera­dora de un formato único e intransferible que evoluciona sin traicionarse. Y que en Tandil demostró no haber perdido vigencia. La magia redonda sigue girando

Clarin Espectaculos
Lunes 6 de Octubre de 1997

9927 - The Byrds - 1966 - Fifth Dimension

Detractores Del Rock Siempre Hubo En las Mejores Familias:

Contras: si el rock se acerca a los 40 años de vida, casi tantos años cum­ple el anti-rock, es decir, las opiniones, censuras y presiones de toda laya que en vano procuraron ha­cerlo desaparecer. 
Justamente ahora un libro de Linda Martin y Kerry Segrave, titulado "Anti-Rock. The Oppósition to Rock’n’Roll”, propone un fascinante compendio de opiniones pseudocientíficas, disparates repetidos hasta el cansancio y hasta amenazas con­cretas contra la vida y la seguridad de los músicos que lo interpretan. 

Ya a mediados de la década del 50 el clásico rock and roll, fue definido por la prensa como “müsica de la jungla”, con lo que se señalaba además con desprecio el origen negro de esta mú­sica. Luego vendrían las acusaciones contra las letras de los primeros rocks, a las que se acusó de lascivas o estúpidas. 


También se destacá, por esa época, la campaña de grupos religiosos, or­ganizaciones políticas y entidades co­merciales que terminan en el escán­dalo de “payóla” (pago de sobornos a los dise-jockeys por pasar por radio 

determinados temas). 

Esta práctica, en realidad, como bien señalan Martin y Segrave, existe ; desde el comienzo de la industria discográfica. 

Un disc-jockey sospechoso 

Sin embargo, en 1958 las investigaciones se centran básicamente en el disc-jockey Alan Freed. La investiga­ción que acabará con la carrera de Freed, casi ignora a otro disk-jockey rival, Dick Clark, que había reunido una desproporcionada fortuna con métodos más o menos oscuros.. 

La diferencia radicaba en que Clark, a pesar de tener un programa de rock, prefería los artistas y nú­meros más inocüos e inofensivos, mientras que Freed era un defensor á ultranza de los grupos negros y los artistas más frenéticos y volátiles, como Little Richard o Gene Vincent. , Las críticas al rock arrecian entre los mayores durante los años cin­cuenta. 

Desde los padres que se quejan de una música que aliena y, torna inma­nejables a los jóvenes, pasando por organizaciones religiosas (mucho más fanáticas en el sur dé los Estados Unidos), músicos mayores (que como Bing Crosby el mismo Frank Sinatra compiten en descalificar al rock), pasando por organizaciones gubernamentales como el FBI de Hoover, que pronto empezará , a ocuparse de los músicos de rock. 

Las opiniones críticas varían, aun­que todas coinciden en señalar al rock como una música lasciva y peli­grosa. 

Riesgos al por mayor 

Opiniones pseudúcientíficas abun­dan al respecto Como los médicos que sostienen que el alto volumen con que los jóvenes escuchan el rock les provocará sordera. 

Argumento fácilmente rebatible, ya que a fines de los años 80 la gran mayoría de los músicos de rock, ex

puestos a volúmenes de sonido real­mente elevados, no sufre de sordera de ningún tipo. 

Todavía en 1981, sin embargo, un informe universitario basado en supuestas pruebas de laboratorio, sostenía que la prolongada exposi­ción a la música “disco” provocaba homosexualidad en los ratones y sordera en los cerdos. 

Vándalos en los recitales . 

La violencia, en general, se asocia con los recitales de rock desde la 

misma década de los 50. Tumultos reales, como los ocurridos durante la, gira de Bill Haley por Alemania, el sangriento festival de Altamont (1969) o la masacre en un recital de los Who en su gira norteamericana de 1979, parecen indicar una relación entre el rock y la violencia. 

Con gran agudeza, el libro de Mar­tin y Segrave desmenuza al detalle el tema, demostrando cómo, desde un principio, la violenta actitud de la po­licía ante el rock, así como el des­cuido e irresponsabilidad de los pro­motores de recitales multitudinarios tienen mucho que ver con los esta­llidos de una multitud, tan peligrosa como cualquiera que exceda el nú­mero de 2000 personas. 

Durante la década de los 60 el odio hacia el rock tomará nuevas formas. Por un lado, algunos empresarios ; discográficos (en cuyas empresas no había importantes músicos de rock), así como el FBI de los tiempos de Nixon, perseguirán al rock por difun­dir las drogas entre la juventud. Can­ciones cómo “Un día en la vida” (Beatles) o “Eight Miles High” (Byrds), conocerán la censura, desde la BBC a las radios regionales de los Estados Unidos por la misma época. 

Organizaciones tan reaccionarias como el Ku Klux Klan realizarán quemas de discos de los Beatles, cuando Lennon comparó a los Beatles con Jesús. 

En los años 70 y 80 aumenta la coa­lición de enemigos del rock, engro­sada por políticos que buscan deses­peradamente popularidad, como el reverendo Jesse Jackson, que en 1978 bramaba contra las letras del rock, ó los grupos religiosos que denuncia­ban al Heavy Metal como avanzada satánica, invocando como prueba irrefutable de su convicción las letras de las canciones, las tapas de los ál­bumes y hasta el mismo nombre de los grupos. Cuando un asesino serial afirma haber cometido sus crímenes bajo la inspiración de un álbum del grupo AC/DC, el juicio se convierte más en un proceso al Heavy Metal que al mismo criminal. 

Incluso una variedad de música tan inocua como el “disco” es objeto de persecuciones, permitiendo a un disc-jockey hacerse rico con festi­vales donde se procede a la destruc­ción masiva y entusiasta de discos del género. 

Para colmo de males, los músicos de rock, al hacerse grandes, reniegan de la faceta rebelde e iconoclasta de esta música, denunciando con ira a los recién llegados. Desde el mismo Elvis Presley, que se ofrece a actuar de informante del FBI contra la música “drogada” de Beatles o Stones; hasta los músicos de rock sinfónico que desprecian a los grupos punks por ruidosos e incompetentes. 

La Nacion - Espectaculos
Lunes 31 De Enero de 1994.

9926 - U2 - 1992 - Who's Gonna Ride Your Wild Horses

El Pop Mart Tour De U2 Finalmente Llego A La Argentina

NOSOTROS TE CONMOVEREMOS

Un show caliente combinó última tecnología y mucha emoción. Ante casi 60 mil personas, los cuatro irlandeses más famosos mostraron cómo es el futuro del rock en los estadios.


Pop. Dos letras “P" que son como esas figuras que se co­locan a modo de sostén, a ambos lados de una fila de li­bros. Una letra “O” capaz de englobar a to­dos esos libros y a muchos más. Una letra que de “O" pasa a ser globo terráqueo, lu­na, pelota de fútbol, símbolo masculino, símbolo femenino, y carrito de supermer­cado. Eso es lo que se ve en la pantalla. Eso, las dos “P” y la “O mutante”, mien­tras un hombre disfrazado de boxeador (bata azul de seda con vivos dorados, larga y con capucha, y muy apropiada remera estampada con falsos pectorales de patovica) baila como Ray Sugar Leonard, tira piñas al aire como un peleador callejero fanfarrón y canta, como una estrella de rock, pero, de las que tienen algo para de­cir.
Y ahora va y dice que está "buscando al niño Jesús entre la basura”. Y también: "Madre, vos me abandonaste y me hiciste alguien".
U2 acaba de subir al escenario de River y ya desde la primera canción a la que le pone la voz, Bono (el boxeador que canta) empieza a trazar al revés el circulo que culminará, dos horas y veinte minutos más tarde, con la presencia sobre el esce­nario de las Madres de Plaza de Mayo, cu­ya presidenta, Hebe de Bonafini, le había dicho al cantante el día anterior: "Nuestros hijos nos parieron. Cuando ellos desapare­cieron, nosotras nacimos”.
Estamos en una de las últimas escalas del Pop Mart Tour, la gira que U2 co­menzó en Las Vegas el 25 de abril del año pasado y con la que está presentando su disco Pop.
Estamos, hay que decirlo de una vez, ante el show de rock más fenomenal, exci­tante y conmovedor que haya pasado por Buenos Aires..
Tanto, que resulta difícil (más allá del lugar común ese según el cual una ima­gen vale más que mil palabras) poner los datos técnicos sobre un papel sin sentirse ridículo.y relatar los sucesos sin pasar por un narrador meramente anecdótico.
Por ejemplo: antes que Bono comience a cantar la canción Mofo (la de buscar al niño Jesús, la de la madre que abandona a su hijo), dos himnos pop remixados “Made in U2” (la Misión: Imposible del argen­tino Lalo Schiffrin, y el clásico Pop Muzik) comenzaron a calentar el ambiente. Corri­das fogosas al costado izquierdo del esce­nario, y el grupo que entra por allá, cami­nando entre miles de incrédulos, por un pasillo de metal y carne de guardaespalda que desemboca en una pasarela. El baterista Larry Mullen sube primero, lo siguen el bajista Adán Clayton, el guitarrista The Edge y el boxeador Bono. Mientras, en la "pantalla más grande del mundo” (51 me­tros por 17 que cubren la totalidad del es­cenario) sucede lo de la palabra Pop, diez cañones de luz le apuntan al cielo y Bono canta Mofo y tira piñas. ¿Pasó todo esto? Ver para creer: el show acababa de empe­zar y, de seguro, cada una de las 60.000 personas que allí estaban reparó en algo diferente.
Una lista de temas escrupulosamente construida se llevó los aplausos mayores y los coros más vigorosos cuando hizo lugar para los hits de los 80. -New Year’s Day, (Pride) In the Name Of Love, All I Want Is You; es decir: Día de año nuevo, (Orgullo) En nombre del amor y Todo lo que quiero sos vos-, dejando siete casilleros para te­mas del disco Pop. En ese largo recorrido tuvimos a Bono conmovedor y conmovido en I Still Havén’t Found What I’m Lookíng For (Todavía no encontré lo que esta­ba buscando, con encendedores tapizando el estadio y Bono pidiéndole al iluminador que baje las luces de escena), a Bono Fidel Castro hilvanando un mantra larguísimo en Bullel the Blue Sky / Disparen al cielo azul (el cantante prendido de un paraguas estampado con la: bandera de Estados Uni­dos pero dado vuelta por el viento, e inter­calando frases de Nosotros te conmovere­mos de Queen) y siguiéndolo en Please (Por favor), para llegar a un final olímpico en Where the Streets Have No name (Donde las calles no tienen nombre).
Intervalo y... ¡dance! Un remix perfecto de Lemon (Limón), y el esperado truco ti­po David Copperfield: los cuatro U2 sa­liendo de un limón gigante convertido en bola de espejos. Díscotheque pura. River bailaba y bailaba. El mambo se cortó con la delicada pasión de If You Wear That Velvet Dress (Si te pusieras aquel vestido de terciopelo, pieza mayor del disco Pop) y el hitazo With or Whitout You (Con o sin ti). El final, se sabe, llegó con las Madres de Plaza de Mayo en escena, recibiendo de regalo la insuperable canción One (Uno), y dejando para el cierre Madres de los de­saparecidos, con Hebe de Bonafini, ahora sí, cambiándole al boxeador la capucha (palabra fea) por un pañuelo blanco.
Dos horas y veinte minutos, entonces, dé cinemascope pantalla gigante, grandes canciones, sensación montaña rusa y vi­deo game, llanto, baile, coros, abrazos, un hombre magnético en el micrófono y un hombre magnífico en la guitarra. Un show de rock completamente nuevo, que sube al máximo todas las apuestas y deja chiquito al Voodoo Lounge de los Roiling Stones en tamaño e ideas. Es que además de la paraférnalia escénica, el arsenal tec- no con el que decidieron hacer biónicas sus últimas canciones sigue funcionando como una puerta de entrada a nuevos mundos, al rock del mañana que segura­mente no hagan ellos. Y reclama ojos y oídos abiertos, atentos.
El Pop Súper Mercado (bajo su arco do­rado de tantos metros de alto y con esa pantallaza atrás y con el limón del espacio exterior y con sus picardías, ironías y disfraces) al final tenía un muy buen produc­to en oferta: el conjunto de rock irlandés U2. Tal como lo resumía el crítico del The New York Times Jon Páreles hace casi un año, cuando ese Titanic rock que es el Pop Mart comenzaba a navegar: "Bajo un arco dorado, sinceramente U2”.
De una u otra manera, nosotros te con­moveremos. Eso es lo que dicen a cada ra­to, con cada canción, con cada ilumina­ción, hasta cuando callan. Y está bien... Boxeador, lo lograste.

El Bueno de Bono:
CHAMPAN. Los integrantes de Illya Kuryaki y Babasónicos, soportes de los tres shows, no daban crédito a la visita que recibieron en los camarines. Una intri­gante dama golpeó la puerta y en el más elegante idioma inglés dijo: “Se los manda Bono”. Sendas cajas de champán helado fueron el homenaje que el líder de U2 tuvo para los telone­ros locales..
NO SE MOJEN. Ya en su estadía en el hotel Hyatt, el bueno de Bono había honrado su apodo. Más de una vez des­cendió, literalmente y en sentido figu­rado, a dialogar de manera informal con fans que lo aguardaban bajo la llu­via. Los convidó con tentempiés (me­dialunas o brownies), Cada vez que él se enfundaba en la capucha de su cam­pera, los asistentes temblaban: era señal inequívoca de que saldría a la ca­lle. Allí intentó convencer a los fanáti­cos acerca de lo irracional que era estar parados a la intemperie, intentando verlo a él, mojándose. Mientras el astro daba sus argumentos e ignorando su humanitario gesto anti-divo, dos chicas lloraban emocionadísimas y estiraban sus pelos para comprobar que todo era . cierto:
LA BOCA. Bono sorprendió a la produc­ción local con un pedido: quería ir a co­mer a determinado restorán de la Bo­ca. ¿Y cómo sabés que hay que ir ahí? “Me lo dijo Wim Wenders”, fue la res­puesta.
CARRITOS. El desplazamiento de las Madres de Plaza de Mayo desde el pal­co en el que se ubicaron hasta las proxi­midades del escenario, fue poco menos que triunfal. En los carritos que transportan jugadores lesionados, recorrie­ron unos cincuenta metros cosechando aplausos y devolviendo besos y salu­dos.
VOLANTES. ¡La esquina de Figueroa Alcorta y Udaondo cubierta de mujeres desnudas y fragmentos bíblicos! Miles de almanaques con fotos topless perte­necientes a la “Línea caliente de Pame­la” compartían el suelo con volantes cristianos bautizados “U2= You Too= Tú también". Ya adentro del estadio, esperaban los stands de las organiza­ciones Greenpeace y Amnesty Interna­tional, unos para sumar socios o juntar firmas a favor de la energía eólica y los otros para ofrecer diversas direcciones de presos políticos.
RICOS Y FAMOSOS. Muchas de las caras. conocidas que se vieron en el Estadio Monumental ocuparon asientos en las plateas bajas: Nancy Dupláa, Dolores Barreiro, Dolores Cahen D'Anvers, Juan Castro, Diego Ramos y el clan Pauls (Alan, Gastón y Nicolás).

Clarin - Espectaculos
Sabado 7 de Febrero de 1998

9925 - Dread Zeppelin - 1990 - Un-Led-Ed

JASON Bonham HijO dEL Mitico BATERSSTA DE LED ZEPPELEN

Lo que se hereda

Como John, toca la batería. Dice que no puede evitar hacer temas de Zeppelin. Y que su música es un tributo a su padre.

Golpe va y golpe viene, Jason Bonham de­muestra que es un auténtico hijo e’ tigre, dominando contundentemente la técnica que su padre, el baterista John Bonham, desarrolló en Led Zeppelin. Jason se le parece hasta físicamente: corpulento y enfunda­do tras anteojos oscuros que lo protegen de la luz, hablará poco pero rápido y mencionará a su pa­dre cada dos oraciones. Todo el tiempo se mostrará inquieto, mo­vedizo, como un animal enjaulado al que ni siquiera una lata de cer­veza llama a la quietud. 

John Bonham fue una leyenda de la historia del rock que murió a los 31 años por una sobredosis de alcohol (40 medidas de vodka). Su baja en 1980 dejó sin padre a Ja­son cuando tenía 13 años y a Zeppelin sin futuro posible. 

Pero Jason ya portaba el virus del rock and roll. "Era inevitable -se sincera Jason-, a los cuatro años agarré la batería y siempre to­qué en las fiestas que se producían en casa. Un día podía estar Paul Me Cartney y al siguiente los Bad Company”. 

Lejos de la concentración que su padre exhibía en Led Zeppelin, Ja­son Bonham se vio forzado a asumir el papel de líder y animador de su grupo que, el sábado pasado en Obras, interpretó clásicos de la banda paterna como Inmigrant Song (Canción del inmigrante) y Heartbreaker (Rompecorazones). “Hago frente a lo inevitable -se sincera Jason-, con este apellido siempre nos van a pedir temas de Led Zeppelin. Mi vida musical es un constante tributo al trabajo de mi padre. Ojalá él estuviera aquí para poder decírselo. Pero de algu­na manera creo que lo sabe.”

Clarin Espectaculos

9924 - Pink Floyd - 1979 - The Wall



CANAL 11 LE ABRIO UNA PUERTA A THE WALL

Un pequeño problema que se pre­senta á los traductores de La tierra baldía, de T.S. Eliot, tiéne imprevisibles derivaciones filosóficas. Cuando Eliot escribe Abril es el mes más cruel, se.. refiere al comienzo de la primavera en el Hemisferio Norte; es decir, contraría lo que es un sentimiento vulgar (que la primavera es la estación de la vida, etcétera) y" atrapa al lector -anglo­sajón-con ese primer desajuste. 
Pero cuando los traductores argenti­nos escriben “Abril es el mes más cruel”, logran un verso que bien po­dría pertenecer a la poetisa Julia Prilutzky Farny y halagar a su público (Abril-otoño-hojas muertas, etcétera). Es decir, logran un verso por el que T.S. Eliot jamás habría entrado a la historia de la literatura. 
No son los traductores, argentinos los únicos equivocados: algunos flori­cultores y horticultores portugueses de la zona de Villa Elisa, próxima a la ciudad de La Plata, han perdido cose­chas enteras de tulipanes, crisantemos y zapallos Angola por no saber leer correctamente las instrucciones impre­sas en los paquetes de semilla. Donde decía Seed in the early April, por ejem­plo, entendieron “Sembrar en los pri­meros días de abril”, cuando la traduc­ción correcta era “...en los primeros días de octubre". . 
En pequeños desajustes como éstos es muy rica la historia nacional. Nunca costaron más que una generación pri­vada de leer a T.S. Eliot o que una malograda cosecha de tulipanes. Sin embargo, una imprevisible derivación filosófica aparece sí convertimos esta cuestión de Eliot y los tulipanes de Villa Elisa en la metáfora de algunos grandes desatinos. ¿No fue un desati­no, acaso, haber traducido ciertas iz­quierdas del Hemisferio Norte como izquierdas? ¿No fue un desatino haber leído “textualmente" ciertas derechas del llamado Tercer Mundo como dere­chas? 
Los ejemplos del caso los pone el lector, Y si no coinciden con los que íntimamente elegiría el panoramista, demostrarán, por lo menos, que en este país donde “las cosas están claras" quedan aún muchas cosas por aclarar. 



The Wall: la tapia, la pared y el Muro 

Anoche fue emitido por Canal 11, en horario central, el filme Pink Floyd The Wall, de Alan Parker, filme que los jóvenes de distintas latitudes cono­cen desde 1982. 
Tal vez la elección del flamante Teléfé (que etimológicamente significa­ría “creer a distancia”) se deba a la feroz competencia entablada con el 13 para captar televidentes. Tal vez se de­ba al comprobado éxito de taquilla que han tenido y tienen en Buenos Aires las películas “contestatarias". O tal vez se deba a la ambigüedad e indefinición ideológica del filme de Parker, que lo torna potable para la televisión argenti­na (tal como ocurre con La naranja mecánica, de Kubrick). Lá cuarta de las razones, dejemos que la ponga Telefé, y que se acoja al beneficio de la duda. 
Como se sabe, la idea y el guión de The Wall pertenecen a Roger Waters, líder del grupo de rock Pink Floyd. 
Como, también se sabe, el papel de Pink -protagónico- estuvo a cargo de Bob Geldorf, y los dibujos animados -excelentes- a cargo de Gerald Scarle. Como seguramente no se sabe, gran parte de esos dibujos animados fueron hechos por el artista argentino Rodolfo Azaro,’ fallecido en 1988 (lamentable­mente, a la hora de los créditos cayó en 1a "zona de exclusión"). 
La historia central narrada por The Wall es la de una pesadilla (o la de un , bad trip, como se dice en la jerga de la droga). Pink es un típico joven de la posguerra inglesa, huérfano de padre, sobreprotegido por su madre y acorralado por la sociedad. En su viaje imagi­nario descubre un gran Muro que sepa­ra el mundo propio del mundo de los otros, una especie de cárcel ambulante que cada uno ha ayudado a construir (“A fin de cuentas, todo fue un ladrillo más en la pared", se canta en un pasaje). 
Hasta el momento de la crisis, ha ensayado el amor filial, el recuerdo honroso de su padre muerto en comba­te, el pacifismo, la meditación solita­ria, el sexo, la droga y el rock and roll Al llegar a la crisis, dirige la violencia contra sí mismo (se lastima, se mutila, 
se rasura) y contra la sociedad (lidera un grupo neonazi, llama a aplastar a los negros, los judíos, los ‘‘gusanos", et­cétera). En el final de la pesadilla, in­tenta detener a un ejército de martillos que ha creado, martillos que, lejos de romper el muro, rompen las cabezas de la gente. Por último, cuando Pink ha hecho de la locura su casa y escucha imaginariamente los cargos (“.Fue atrapado in fraganti mostrando senti­mientos”), ve estallar el muro en mil pedazos. Sobre las ruinas, unos niños juegan con agua y ladrillos.
Este suscinto “argumento" empo­brece el caudal de imágenes y sensa­ciones que aporta The Wall. Es como tratar de explicar. El súbmarino amarillo o la serie de los Monthy Pyton, esos otros magníficos despliegues de psicodelia y surrealismo del cine inglés. Cuando Sur cuente con un suplemento, en video, se podrá hacer la crítica co­mo, corresponde...
The Wall habla de viejos temas ingléses: el establishment, la moral victoriana, la represión, la rebelión. Aho­ra bien, ¿habla de temas argentinos, de temas que socialmente nos interesen?

Mis chicos hablan el rock a la perfección

La semana pasada 142 alumnos del colegio Dámaso Centeno de Buenos Aires Firmaron un petitorio al director del establecimiento, coronel Rodolfo Terrado, en el que se solicitaba rever la expulsión de la alumna Mariana Petriw, a quien sé sancionó por haber sido... madre. El petitorio fue desesti­mado y los alumnos debieron recurrir a medidas dé lucha como sentadas en la calle Rivadavíá y él patio del estableci­miento y una negativa a entrar a clase.
También la semana pasada -y to­mando los datos de un mismo diario-  la “Justicia” cordobesa dio por con­cluida la investigación por la muerte del obispo Angeléili, en La Rioja. sin que los inculpados hubieran demostra­do su inocencia (puesto que fueron fa­vorecidos por la “ley" de Obediencia Debida) y rechazando nuevos aportes a la prueba. Complementariamente, el mismo día, un vocero oficial de la Igle­sia llamó al olvido declarando que “todos somos responsables”'. 
Ex combatientes de Malvinas piden limosna en los trenes para ayudar a sus camaradas discapacitados o imposibi­litados de pedir; una clínica de la Capi­tal que ganó clientela gracias a publicitados transplantes, estafó y mató a esa misma clientela -según se denunció- reciclando material descartable; el pre­sidente de la Nación, desoyendo el re­clamo de justicia de las mayorías, se dispone a indultar a los responsables políticos de los más graves crímenes contra el pueblo argentino. El inventa­rio del desastre podría continuar, sin  fin. 
No es seguro que el Muro contra el que arremete el iracundo Pink en The Wall sea el mismo Muro contra el que arremeten a diario nuestros jóvenes, pero hay que admitir que se le parece bastante. Es una metáfora que no nece­sita traductores. 
El Muro de Berlín, demolido por el pueblo alemán en la primavera pasada -una invernal primavera berlinesa, pa­ra traducir correctamente- también era, en cierto modo, el Muro. 
“Debió haber una puerta”, piensa el loco Pink al finalizar The Wall. Tie­ne mucha razón, debió haber una puer­ta en el Muro. Una puerta para que el niño Pink se comunicara con su padre - (con sú padre que se preocupaba por la suerte del soldado Nigger -el negro-); para que el niño y el joven Pink se comunicaran entre sí, sin vergüenza ni temor; una puerta para que el hastiado Pink viera que la realidad, a uno y otro lado del Muro, es la misma y que convertirse en un martillo -o en un militante neonazi- no cambia en abso­luto la situación. Debió haber una puerta o, lo que es lo mismo, no debió haber existido el Muro. 
Pero el rock, ese idioma que herma­na a la juventud del mundo, adentro y afuera de los sistemas de poder, sabe muy bien qué hacer con los muros rea­les: les abre agujeros de verdad.

Panorama Cultura - Diario Sur
Oscar Taffetani

9923 - Charly Garcia - 1994 - La Hija De La Lágrima

Una Noche En La Opera con Charly y esa hija de lagrimas


“La hija de la lágrima”, serie de reci­tales de Charly García y sus mú­sicos. Batería y percusión: Fer­nando Samalea; guitarras: María Gabriela Epiímer; órgano y bajo: Fabián Quintero; bajó: Fernando Lupano. Músicos invitados: Juanse y Bruja Suárez. En él teatro Opera.


Un escenario vacío, un winco  muerto de pena y una letanía, como de disco rayado, que el sonido cuadrofónico devuelve incesantemente durante una hora, desde todos los ángulos posibles de la sala. 
Charly está a punto de presentar,  “La hija de la lágrima”, y la demora no hace más que alimentar la expec­tativa que genera cada nueva cria­tura que este pope del rock local arroja sobre el escenario.
Lo bueno viene en frasco chico y, se sabe, una pequeña cuota de frustración estimula el deseo. Charly no se presenta todos los fines de semana, sus apariciones en publico son más bien esporádicas, de modo que cada nuevo show reaviva el fuego de los fans, especialmente en casos como éste, en que el hombre regresa después dé un prolongado silencio creativo. 
Y todo ocurrió, al menos en la primera noche, tal como el gurú rubio había vaticinado: la banda tenía ganas de tocar y el público quería ver, quería ser y (más que nunca) quería entrar: ni un rinconcito libre, el teatro desbordado. 

The Wall 
El telón sé descorre sobre lo qué podemos imaginar como el living, en el modesto hogar de la hija de la lágrima (radio, TV y hasta video-wall incluidos) contenido desde el fondo por un muro de ladrillos que, inevitablemente, recuerda la solidez agobiante e impertérrita del film de Alan Parker. Más aún: algunos epi­sodios en el trajinar de Charly du­rante estos últimos días, recuerdan las tribulaciones que padecía Bob Geldof en la piel del protagonista de “The wall”, especialmente cuándo los rumores más oscuros apostaban a que nadie conseguiría arrancar de su casa a Charly y arrastrarlo hasta el escenario. 
Pero, una vez más y contra todos los pronósticos agoreros, Charly llegó, rojo shocking como las luces, como los ladrillos. La hija de la lá­grima estaba lista para ser presen­tada en sociedad.  


Música del alma 
Lo primero que queda claro cuando Charly ataca la obertura de su obra, es que se trata de un mú­sico; lo cual, más allá de ser una obviedad a esta altura de “las circuns­tancias y de su carrera, viene a corroborar una certeza por, demás reconfortante: su talento trasciende los vaivenes más o menos afortu­nados de la pose rockera. 
Así las cosas, García brilla cuando se entrega a la música y se olvida del divismo payasesco o de ese estilo refunfuñón y corrosivo que, en varias oportunidades, lo lleva a hacer del escenario , un foro público en el cual exponer los de­sencuentros que tuvo con parte de la producción de su espectáculo. 
De todos modos, los shows que el padre de “La hija... concibió para la serie de presentaciones en el Opera, son impecables. Charly cuidó personalmente cada detalle, desde el sonido inobjetable hasta una puesta de luces estupenda, lla­mada a acentuar la sugestión de los distintos paisajes emotivos por los que trashuma ésta lágrima peni­tente y errante, que no parece en­contrar el sitio adecuado para de­rramarse en paz. 
Lo más curioso en cuanto a esta lágrima, objeto de todos los amores y desvelos, es que su historia trans­curre más en el imaginario popular que en lo que revelan las canciones. 
Poco es lo que se puede saber a ciencia cierta de este personaje líquido, si uno debe atenerse a los datos objetivos de la letra cantada. Pero Charly fabula, vuela y hasta conspira: Habla de seres intraterrenos, dice que “La hija .. ” escu­cha a Carole King en una vieja ra­dio; y hasta es capaz de ver en uno de los videos que transcurren sobre el escenario, en el que Graciela Borges actúa a su lado, a los padres de la lágrima junto a su hija. 
Charly muestra un vínculo sólido con toda su banda, que responde compacta, sin fisuras. Pero esta­blece una complicidad muy particu­lar e intimista con María Gabriela Epumer, con quien alcanza mo­mentos de insospechada dulzura cuando ambos entrelazan guitarras o voces. 
“La hija de la lágrima” va por buen camino y, seguramente, encontrará un espacio más reposado en el show de esta noche y en las próximas presentaciones, cuando hayan quedado atrás los sofocones y las angustias del debut. 
Mientras tanto, Charly conmueve cada vez que se acerca al teclado y se divierte con una extraña versión de “Locomotion”, el tema de Carole King, que cierra obra y recital, antes de que los bises traigan un beso en los labios para la Epumer y los acordes (a dos guitarras y público) dé “De mí”. 
Y cuando los desprevenidos ya ganaban los pasillos, Charly y compañía volvieron, nuevamente junto a Juanse, para la yapa con “Cerca de la revolución” que devino, por obra y gracia del espíritu stone, en una versión de “Satisfaction”. La lá­grima, guardada en los ojos y en los corazones, seguirá rodando unos cuantos días más.

LA NACION 

9922 - Original Soundtrack - 1968 - Jacques Brel Is Alive & Well And Living In Paris

HOY SE CUMPLEN 20 AÑOS DE LA MUERTE DE JACQUES BREL

EL BURGUES MALDITO

La leyenda, irreverente, ácido y genial, el belga Jacques Brel Una figura clave de la canción francesa. Su rastro perdura en cantautores como Joan Manuel Serrat, Nilda Fernández y tantos más.

Los fogones de campamento de la juventud católica de Bruselas dieron al mundo un hijo impresentable. Era 1950 cuando el joven Jacques Brel se apartó del rebaño y comenzó a dejar escapar por su enorme boca proposiciones incómodas, un lirismo salvaje, una imaginación deli­rante. Llegaría a canciones como Le dernier repas (La última cena): “En mi última cena/insultaré a los burgueses/sin temor ni remordimiento.../En mi última cena/ quiero también/lanzar piedras al cielo/gritando Dios ha muerto/por última vez”.
El 9 de octubre de 1978 el belga murió de cáncer en un hospital francés, donde había sido trasladado desde su último re­fugio en las islas Marquesas. Habían pasa­do veinticinco años desde su primer, oscu­ro desembarco como cantautor en París.
Quand on n’ a que l’amour (Cuando sólo se tiene el amor) fue el primer toque masivo de atención, en 1956, sobre este audaz cuyo genio ya había sido advertido por su colega, el emblemático George Brassens. Diez años más tarde se despi­dió, en el teatro Olympia, de su actividad de cantautor, aduciendo que el éxito le había quitado todo sentido. En lo más alto de la canción francófona, consideró que la consagración era el camino seguro de la mediocridad. Se habían convertido en himnos su desesperada Ne me quitte pas (No me dejes) y su desesperante La valse a mille temps, vertiginosa hasta la locura. Y esa serie de títulos que parecían tomados del cuaderno de redacciones escolares de un alumno poseso: Los viejos, Los tími­dos, Los desesperados, La cerveza, Los burgueses, Las ventanas.
Había dejado la guitarra de cantautor tipo para ocasiones excepcionales, por arre­glos orquestales a la altura de su vigor interpretativo. 
En escena era un mimo demente, ac­tuando en un universo espectral, que hacía visible, de mujeres perversas, bur­gueses insufribles, viejos conmovedores o carcamanes, amigos fieles. Su endemonia­da agresividad, su irresistible fragilidad, todo en él era excesivo. 
Cuando dejó los escenarios decidió de­dicarse al cine, y alcanzó mayor reconoci­miento como actor que como director de tibios fracasos. 
Su biógrafo José Luis Atienza describe una vida familiar conflictiva con su esposa Miche y sus tres hijas. Afirma que el artis­ta revolucionario fue un esposo exigente -de una fidelidad a la que no corres­pondía- y un padre severo y ausente, casi siempre, de su casa de Bruselas. Y apunta la presencia de varias mujeres decisivas y de una comentada misoginia sobre la que su amigo Brassens escribió: "Un tipo que habla con tal cólera de las mujeres, es que les pertenece por entero”. Cuenta que aceptaba la cercanía de su amiga Juliette Greco, con el honroso comentario de: “Es un tipo”. "Ellas son nuestro primer enemi­go”, denunció en Les biches. 
Aprendió a pilotear aviones. Después de ser operado a causa del cáncer, se instaló en las islas Marquesas, junto con su com­pañera Maddly. Regresó brevemente a Pa­rís para grabar, en 1977. Atienza cuenta que durante las sesiones se mostró de buen humor, pese al evidente deterioro de su salud. Por momentos buscaba algo de­trás del piano: "¿No vieron un pulmón?". El disco vendió anticipadamente un mi­llón de copias, y en su primera hora en las bateas 300 mil. Fue el último. 


Su rastro perduró en las mejores inten­ciones de los cantautores que lo sucedie­ron -desde Serrat hasta Nilda Fernán­dez-, Se puede hallar información sobre su vida y obra en internet (http://car- ver.holycross.edu/jbbatty/ y http://mirabi- lia.ru/brel/). Encontrarlo en disquerías porteñas, en cambio, no es precisamente fácil.

ESPECTÁCULOS • CLARIN •
Viérnés 9 dé octubre dé 1998

9921 - George Benson & Earl Klugh - 1987 - Collaboration


GEORGE BENSON. ANTES DE SU VISITA A BUENOS AIRES 

El guitarrista, que actuará el próximo domingo, hará un show básicamente instrumental.

Quise cambiar pero no pude hacerlo”, dice George Benson, sonando como resigna­do. Este músico -que cumplirá 55 años el día de su presentación en Buenos Aires, el 22 de marzo-, se ha mo­vido, a lo largo de su carrera, entre las aguas del jazz, el rhythm & blues, el soul y el pop, siendo siempre reconocido por el inimitable sonido de su guitarra. “La gente ya tiene una idea preconcebida de quién es Geórge Benson y espera escuchar ese sonido’’, agrega telefónicamente.

Benson se presentará esta vez en Bue­nos Aires con una banda de siete músicos con Un repertorio más volcado a lo instru­mental (su nuevo disco, That’s Right (Es correcto) es una prueba de su regreso a esa modalidad) y manteniendo los clásicos que lo hicieron conocido, como su versión de On Broadway. “Mucha gente cree que es una canción mía -dice respecto de este tema de Leiber y Stoller popularizado en los 60 por The Drifters y versionado por él en 1978-. Y hasta los Drifters, en sus giras actuales, la hacen utilizando mis propios arreglos.”

A Benson no le gusta definirse como músico de jazz, pop o rhythm & blues. “Hoy podemos hacer todo lo que quere­mos -explica-. Me gusta ser amplio, dis­frutar de mi flexibilidad. Así pude tocar con grandes artistas de jazz y también con músicos de rock y soul.”

Admirador de Charlie Christian y Django Reinhardt -"los dos guitarristas que más me influenciaron”-, Benson asegura que todavía practica su guitarra varias ho­ras al día. “Mis dedos están en mejor esta­do que mi voz -dice-. No me tengo que preocupar por ellos ni cuidarlos.”
A la hora de hablar de su roce con la música latina, tiene gratos recuerdos de Jorge Dalto, músico argentino que integró su banda en los 70, cuando realizó el ál­bum Breezin’, el más popular de su larga carrera. Y habla con entusiasmo de Luis Salinas, el guitarrista argentino a quien considera su amigo y con el que le gus­taría grabar. "Creciendo en Nueva York es­cuché todo tipo de música, y allí la in­fluencia latina es muy grande -explica-. La música argentina es diferente, sin em­bargo, tiene una influencia más grande de la música europea.”
Actualmente, dice, le gusta tanto escu­char jazz como hip-hop. “No tengo prejui­cios -dice-. En los 60, la gente odiaba a los Beatles y mirá en lo que se transforma­ron. Ya no hay nada que sea tabú. No po­demos decir que algo es malo sin antes es­cucharlo.” 

Clarin Espectaculos
Domingo 15 de Marzo de 1998