jueves, 15 de febrero de 2018

0938 - Sumo - 1989 - Fiebre

NO SE PRODUJO LA ANUNCIADA REUNION DE LA LEGENDARIA BANDA QUE LIDERO LUCA PRODAN
Los ex Sumo siguen igual: divididos 

Ante unas seis mil personas, Divididos y Las Pelotas tocaron cada cual por su lado. La nota emotiva la puso Andrea Prodan, quien cantó y recordó a su hermano en el día que hubiera cumplido 43 años.



Sumo Sumo. Pasadas las nueve de la noche los cánti­cos que habían bajado desor­denados desde las gradas del Anfiteatro Municipal de Verano se unieron en un re­clamo compacto. Ese nombre, elevado a grito por las casi 6.000 personas que le dieron al primer recital conjunto de Divi­didos y Las Pelotas el marco de evento roc- kero del año en Uruguay era, en tanto, motivo de discusión en la carpa instalada detrás del escenario.
“Yo no toco”, soltó terminante el bajista Diego Arnedo. Y no hubo negociación po­sible. Ricardo Mollo y Alejandro Sokol, cantantes de Divididos y Las Pelotas, to­maron la posta y escribieron frente a la muchedumbre un telegrama a dos voces que sonó como un acto de magia fallido . “Disculpen pero hoy no se dio”. Y, enton­ces, Sumo sin Luca Prodan no sucedió. Ni siquiera en el exilio montevideano.
La casualidad quiso que este show, que comprometió a todos los que alguna vez integraron Sumo, tuviera lugar el día en el que Prodan hubiera cumplido cuarenta y tres años. Tal vez por eso, cuando las luces se apagaron definitivamente y bajaron los primeros silbidos medidos, si se compara con lo que podría haber sucedido en Bue­nos Aires, su hermano Andrea, quien fue invitado por la producción así como el sa- xofonista Roberto Pettinato y el baterista Alberto Troglio, asumió la responsabilidad de llenar el vacío.
“Vamos a tener un cumpleaños de la puta madre”, se largó desbocado por la emoción mientras muchos uruguayos, es lógico, se preguntaban quién era. Acto se­guido, encabezó una zapada deshilachada que sumó a Pettinato, Germán Daffun­chio y el resto de Las Pelotas.
El menor de la familia Prodan rompió un pie de micrófono, se vació un litro y medio de agua mineral sobre la cabeza y reptó por el largo escenario generando el momento más parecido al caos que supo ser Sumo, aunque su sentida interpreta­ción transitara la cornisa del papelón. A esa altura de los acontecimientos, casi es­capando, Mollo y Arnedo apuraban el re­greso en taxi al hotel en el centro de la ciu­dad donde se alojó la tropa de Divididos.
Todo esto -la especulación con la reu­nión, la indecisión de los músicos, las emociones mezcladas- no hubiera sido posible sin la expectativa del público que en Montevideo agotó las entradas para el show del sábado diez días antes. Y sin los casi mil argentinos que se decidieron a cruzar el charco. Las banderas (Temper- ley, Lanús, Ciudadela) le daban al graderío un color bonaerense que, sin embargo, no era excluyente. 
Por caso, tres santafesinos, que instala­ron su carpa en las barrancas del Parque Rodó, cruzaron en balsa de Rosario hasta Victoria y desde allí se largaron como fue­ra hasta Montevideo en un viaje que les llevó un día entero. Otros tomaron la pro­moción de Buquebús, que por sesenta y seis pesos completaba el viaje hasta Mon­tevideo y la entrada al show. La mezcla de público no resultó en nada explosiva. Las barras argentinas largaban sus estribillos de amor a Divididos y Las Pelotas y las palabras circulaban como en el juego del teléfono descompuesto hasta llegar a la mayoría oriental. No había pogo, el bailecito de los empujones con que los fans festejan los momentos más intensos del show, pero sí parejas con el entrañable termo de mate bajo el brazo. Dijo Diego, treinta y cinco, montevideano: “Yo vi a Su­mo en 1986 acá y no me lo voy a olvidar nunca. Hoy vine a ver qué pasaba con los que quedaron y no me siento defraudado porque no hayan hecho un tema juntos, aunque me hubiera gustado”.
Se ha dicho, hasta el hartazgo, que Las Pelotas se quedó con el alma de Sumo mientras Divididos se guardó la polenta. Más que eso, en la mesa de negociaciones del final festivo y el escenario -shows de una hora con el sistema de sonido como enemigo- quedaron expuestos los cami­nos trazados por estos grupos. Divididos, los que apostaron por romper con el pasa­do musical inmediato y mantener la for­ma de vida. Y Las Pelotas, quienes eligie­ron quebrar con la forma de vida, instalar­se en las sierras y no dejar tan atrás el pa­sado. A los primeros, el éxito se les volvió un bumerán de cuyos efectos aún se están reponiendo. A los otros, el ascenso a Pri­mera les llegó lento y paulatino.
Hoy, que las cosas están parejas, Mon­tevideo quiso ser el escenario de un en­cuentro que lleva diez años de espera. El trío que no quiere olvidarse de que lo lla­men La aplanadora y la banda que es en sí casi una tribu, cada uno por su lado, andu­vieron sueltos una vez más. Es una vieja lección de matemáticas esa que dice que cosas de sustancia tan disímil como la po­lenta y el alma no suman. Y ésta, lástima, no fue la excepción a la regla.

Espectaculos- Clarin
Fernando Garcia
Lunes 19 de Mayo 1997
Breve historia de un mito
Como si fuera un grupo de guerrilla ru­ral, Sumo bajó de la sierra cordobesa a la Capital, allá por 1982, para establecer primero unas pocas zonas liberadas (el bar Zero; el Einstein); y después despe­gar lejos, pero nunca tanto como para que se lo perdiera de vista.
Al frente, claro, estaba Luca Prodan. Ese italiano que había estudiado en Es­cocia, que se había drogado por Europa y que terminó muriendo en Buenos Aires. Pero que tuvo la delicadeza de dejarle a los ochenta uno de sus soni­dos más interesantes. “Somos los enoja­dos del rock", definía Luca.
Primero hubo 300 copias del casete Corpiños en la madrugada, que salió en 1983 y circuló muy rápido. Recién en 1985 salió Divididos por la Felici­dad. Después, Llegando los monos; y en el 87 After Chabón. Pero entre las sierras y el tercer disco hubo muchas cosas. Hubo (¿hay que repetirlo?) un mito. “Soy un italiano que canta en in­glés y no le hace caso a los tarados. Soy un ex hippie que vive en un país donde no hay un mango. Eso canto.”.
Hubo distintas formaciones. En Corpiños... estaban Diego Arnedo, Alejan­dro Sokol y la baterista inglesa Stephanie Nutall, que se fue cuando Malvinas. Después, con Divididos..., la plantilla rezaba: Germán Daffunchio, guitarra; Ricardo Mollo, guitarra; Arnedo, bajo; Roberto Pettinato, saxo; y Alberto Superman Troglio, batería. Hubo bandas paralelas: la Hurlingham Reggae Band y Sumito. Hubo Obras de película. Y pavor en los que no digerían ese sonido gordo, cavernícola. Después, la muerte. Y un show sin Luca en 1988, en el Chateau Rock. Córdoba: origen y final.

Hoy, los sobrevivientes de Sumo en Montevideo se parecen a esos exiliados unitarios del siglo XIX. Lejos de la gue­rrilla, ahora son Divididos, Las Pelotas, un conductor de televisión y el baterista de Los Auténticos Decadentes. Es dewcir parece que suman. Pero no sumo. 

Javier Rombouts

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