jueves, 1 de febrero de 2018

0740 - Leo Masliah - 1999 - Zanguango

La imaginación sin limites

Este fin de semana presentara en Buenos Aires su nuevo disco, Zanguango. Aquí, el personalismo creador uruguayo habla muy en serio de su música

¿En qué se diferencia Zanguango de tus discos anteriores?
Es un trabajo más de banda, de grupo. No es algo tan pensado de antemano, con arreglos y temas que primero se graban y "después se van tocando, sino al revés: es el resultado de haber hecho un montón de temas con gente que toca de determinada manera. -

La banda, que se llama Maslíah y sus Energúmenos y está integrada por los uruguayos Gustavo Echenique en batería, Popo Romano en bajo, Nicolás Mora en guitarra y Norma Ganfetti en coro, se prepara para presentar Zanguango en Buenos Aires, en un único recital, el sábado a las 22 en La Trastienda.

“Los arreglos del disco -agrega Maslíah- fueron surgiendo con la ejecución misma, a pesar de que hubiera cosas fijas de antemano. Eso es algo poco frecuente en los discos anteriores, que probablemente descansan más en la composición que en la interpretación.”

¿Y en qué descansa la composición de tus canciones? ¿Cómo llegaran a adquirir ese aspecto tan extraño?
Yo empecé a componer canciones con un patrón formal bastante rígido. En general era un esquema sacado de las canciones de (el compositor y poeta francés) George Brassens, un modelo fuerte para mí. Mi maestro Coriún Aharonián me impulsó a darle a las canciones el mismo tratamiento que yo le daba a la música instrumental. Cuando trabajaba con acordes sencillos y una clara estructura de estrofas creo que pretendía hacer canciones que la gente pudiese sacar y tocar. Después empecé a permitirme usar como música de canción cualquier cosa que se me ocurriera. Con los años fui usando las formas más diversas, desde folclóricas hasta más rockeras o menos reconocibles.

¿Cómo definidas tu música instrumental? 
Tiendo hacia una cosa más unificada en cuanto al concepto mismo de la composición, en cuanto a olvidar cada vez más las distinciones entre los campos. No es que desconozca que existen distintos códigos entre la música culta y la popular. De lo que estoy cada vez más convencido es que  las divisiones que existen en este momento son muy artificiales. Muy apriorísticas. Es imposible decir voy a hacer música culta y que salga música culta. Por otro lado, hay que ver cómo funcionan estas categorías en la sociedad. Hay cosas que salen como si fueran música popular y no lo son para nada; no operan así, operan como música de vanguardia, o culta, o como quieras llamarla. Otras están tipificadas como música culta pero no son así.

¿Por ejemplo?
¿Qué es la ópera Evita? Es una ópera, pero es mucho más popular que las canciones de Carmen Baliero. La cuestión es más grave en el caso de la música contemporánea. Mucha gente se cree que por decreto está haciendo algo más avanzado que, digamos, Charly García. Es un error garrafal. Sólo el tiempo permite establecer cuál era la música que finalmente estaba abriendo nuevos caminos. No podemos predeterminar cuál es la música de vanguardia. Primero hay que hacerla.


Zanguango incluye una nueva y tal vez más incisiva versión de La recuperación del unicornio. En el texto de esta pieza, sin duda úna de las mejores de Maslíah, hay un. momento muy significativo, muy profundo en su simplicidad: Algunos se preguntan por qué sos azul/ muy pocos se preguntan por qué siendo azul/ sos un unicornio, mi unicornio azul. Bajo la forma de un reclamo de realidad, hecho a una música que habla del sentido de la vida, asoma una crítica a esa idea de lo mágico y lo maravilloso que és tan común en la canción latinoamericana.

¿Tus canciones en general se encaminan contra ese mundo supuestamente maravilloso del unicornio?
No tanto contra el autor sino contra la lectura de la gente. Lo que yo tenía en mente era plantear un cuestionamiento al mundo normal de las personas. En la época del unicornio tino escuchaba preguntar por qué es azul, siendo que un unicornio es algo que no existe.

¿Es una especie de falsa fantasía? 
Claro. Cincuenta años después de Vicente Huidobro, del surrealismo y de tantas otras cosas, sale el libro de Isabel Allende, La casa de los espíritus, y mucha gente piensa: qué cosa fantástica. Y no tiene nada de fantástico. Es tan aburridamente terrenal y tiene una capacidad de imaginación tan limitada. Y tantas otras cosas de supuesta magia. Esos límites a la imaginación me irritan profundamente

Espectaculos • Clarin
Martes 13 De Mayo De 1997

0739 - Robert Fripp & Brian Eno - 1975 - Evening Star

Aguafuertes rockeras
Las guitarras del señor Robert Fripp


La ñata contra el vidrio en un azul de frío no remite necesariamente al interior de un café visto desde el ventanal, pero sí a las cosas que nunca se alcanzan. Así lo creía Robert Fripp, al menos. Siempre que pasaba por Rodríguez Peña y Corrientes se demo­raba frente a la vidriera de un negocio de instrumentos musicales y señalaba, adelan­tando el mentón, a los pibes que miraban extasiados los bajos y las guitarras en exhibición- "Esto es igual que el tango, loco... estos quías nunca le van a poner un dedo encima a esas Gibsons celestiales’'
Creía que a él tampoco le tocaría esa suerte, si bien no le interesaba demasiado. Su armónica Honner le bastaba para tocar las doce canciones de Vox Dei que conocía, el resto de la música que lo hicieran otros. El pedía “¿no te sobra una moneda?” en las esquinas de los conciertos y era felis a su modo, aunque durmiera más de la cuenta en las comisarías.     
Se llamaba Pablo Inaudi, pero era el único rockero de esos tiempos que se cortaba el pelo al ras como un cepillo. “Es por la vieja”, explicaba, justificando cómo no se ganaba las lentejas. Los anteojos gruesos hicieron el resto. Aceptó el apodo hasta con alegría: “Mató, soy el Rey Carmesí".
Un observador externo, y con cierta gene­rosidad, lo hubiera llamado despistado. Una mirada más comprensiva decía que las rela­ciones entre su mundo interior y el mundo exterior no estaban bien aceitadas. Lo cierto es que era uno de esos hados que encontra­ron en el rock, en la vida de rock, una forma de no volverse del todo locos, de no ser sim­plemente los últimos orejones del tarro, aun­que irnos cuantos ya no cuenten el cuento.
Muchas veces la madrugada lo sorprendía solo en las escalentas de la estación Belgrano soplando Jeremías pies de plomo, o acompañado del borracho del andén -a quien el dinero no siempre le alcanzaba para desplomarse en Llao Llao o El Riel- compatiendo su vino y alguna que otra pastilla para la tos. “Es la Biblia, man”, le contaba en una pausa mientras el otro bailoteaba haciendo eses. El borracho se detenía y se res­tregaba los ojos, incrédulo. A pesar del atur- dimiento crónico le parecía recordar que la Biblia era otra cosa. “Mirá, Roberfrí -le de­cía-, para mí la Biblia era un libro gordo que leía el cura.” “No, loco... Vox Dei.” “Si vos lo decís.” Y continuaba la fiesta.
El otro día pasé por la esquina de Rodrí­guez Peña y Corrientes y vi cómo el tiempo sabe burlarse. La importación había poblado la vidriera de cuanto instrumento musical pudiera ocurrírsele a uno que existiera. Los pibes, sin embargo, no miraban extasiados, lo suyo era codicia. Sonaban otras voces: ;“Dale, mamá. Son doce cuotas con tarjeta, .(cómprame la Telecaster”.


Por supuesto me acordé de Robert Fripp y de una anécdota en particular, la que más me hace reír. Viajábamos los dos en el Se­senta, él sentado y yo parado a su lado. Canturreaba Shot The Monkey, que acababa de llegar a la Argentina, cuando de pronto se paró y encaró a una chica que estaba al lado mío: “Siéntese, señora”. La chica se sorprendió y balbuceó un “gracias, qué caballero, estas cosas no suelen pasar”. “Pero cómo no, en su estado todo el mundo está obligado a un gesto así”. El carterazo que le metió la gorda sonó como un piano que cae de un séptimo piso. Robert Fripp pensó que estaba embarazada
Robert Fripp no existe más. No lo mataron ni el tiempo ni la vida, sino el cansancio. Un par de matrimonios exitosos le redituaron un negocio de exportación e importación de instrumentos musicales. Hoy vende las guitarras, tiene un teléfono celular de los más pequeños y sus clientes lo llaman "Señor Inaudi”. Cuentan que cuando se estrenó Tango Feroz abandonó el cine en mitad de la proyección, exactamente cuando cantaban Presente. También dicen que estaba llorando, pero la gente habla de más. Es parte de la religión.

0738 - Las Blacanblus - 1994 - Cuatro Mujeres y un Maldito Piano

Las Blacanblus Brillan Sobre El Mic

En escenas las cuatro chicas les cantaron a Taj Mahal y James Cotton. Los dos popes del blues , tradicional no dudaron en invitarlas a compartir sus shows en el Rex.

La gripe acompaña a Mona Fraiman; Cristina Dal se ve más saludable. Nadie las reconoce en el bar de Humahuaca y Medrano; claro, el blues no es masivo.
El restante 50 % de las Blacanblús, Déborah Dixon y Viviana Scaliza, están fuera de la ciudad. No hay demasiadas bandas de mujeres en el país, mucho menos en la escena del blues local donde, ciertamente, son las únicás.
Contra algunos supuestos, el nombre del grupo proviene del tema “Black & Blue” (Negro y triste), del pianista Fats Waller.
La banda se formó dos años atrás en la casa de la blusera Cristina Aguayo, con quien .estudiaban canto y que resultó la principal “instigadora” de la unión de estas cuatro mujeres que no sienten discriminaciones en el mundo de la música doméstica.
“Somos una banda de blues, no tenemos problemas por ser cuatro mujeres”, dijo Cristina. Sostiene que siempre fueron recibidas por el público con mucho interés. “La gente que nos escuchó nunca nos agredió ni nos tiró algún «marrón»”, agrega


Prueba de fuego
El debut fue en mayo de 1991, en el boquense Samovar deRásputín, pero consideran que su prueba de fuego fue su presentación poco des¬pués, en el Festival de Jazz Tradicional de La Pampa, donde arrasaron con un público más orientado al dixieland que al blues.
El otro espaldarazo lo recibieron cuando actuaron junto con dos maestros como Taj Mahal y el armoniquista James Cotton, que consolidó al grupo en el difícil mercado, porteño.
“Mahal como Cotton nos midie-ron antes de salir á tocar con nosotros y les gustamos”, dice entusiasmada Mona.
Sus influencias son múltiples y no siémpre cercanas al blues. De todos modos accedieron a él a través de los Spirituals, género donde se sienten cómodas. Su for-mación musical es variadas, pero
entré sus gustos predominan Ray Charles y Verrion Baker.
Para Cristina y Mona este surgi-miento del blues en Buenos Aires es natural y mucho tuvo que ver la lle-gada a estas costas de músicos de primer nivel que enriquecieron las posibilidades de los grupos locales.
Otra de las teorías que sostienen sobre este crecimiento del blues es la influencia que tuvo el guitarrista texano, ya fallecido, Steve Ray
Vaughan, quien desarrolló una ver-dadera tarea proselitista y que también ensanchó el camino del blues local. .
“Nosotros aprovecharemos esta senda abierta , dicen Cristina y Mona, las que se preparan para el lanzamiento de su primer álbum, “Cuatro mujeres y un maldito piano”, que estrenarán el 19 de. marzo . en el auditorio de ATE.

0737 - Soda Stereo - 1991 - Rex-Mix

Empezo La Gira Latinoamericana De Despedida



Soda levantó la persiana en México

Tocaron ante unos 20 mil fans. Cerati y Cía. armaron el repertorio con temas elegidos por el público.

En un Palacio de los Deportes colmado de fans, y donde rei­naron la nostalgia, los suspi­ros y la emoción al máximo, Soda Stereo comenzó a apagarse, marcando lo que pa­ra muchos es el fin de una era.
Con más de una hora de retraso y con el público al borde de la histeria, Gustavo Cerati, Charly Alberti y Héctor "Zeta” Bosio dieron inicio a su concierto la noche del sábado en el Palacio, el centro de es­pectáculos más importante de la capital mexicana, con capacidad para cerca de veinte mil personas.
La jornada fue abierta por el grupo Azul Violeta y luego Soda Stereo hilvanó 27 canciones hasta pasada la medianoche, con jóvenes entregados que cantaron, gri­taron y aplaudieron la actuación del trío.
El Palacio casi se vino abajo cuando to­caron Persiana Americana, y también en el momento en el que Cerati anunció “ahora sí tiembla México", y se escucharon los acordes de Cuando Pase el Temblor.
En un escenario revestido de cortinas blancas, donde se proyectaban imágenes por computadora con efectos cinemato­gráficos, y que reproducían paisajes por­teños y mexicanos, Soda ofreció el prime­ro de los tres conciertos de despedida de México.
Al final, se proyectó en letras: “Un gracias enorme. Todo esto es para y por ustedes.. Gracias, México. Hasta pronto, aunque sea de otra forma”, mientras en dos pantallas de video gigantes reproducían a velocidad una sucesión de imágenes sobre la trayectoria del grupo.
La gente, entre quienes se encontraban muchos jóvenes rockeros mexicanos, les tiraba sus remeras y los almohadones de las butacas, mientras coreaban a gritos: “Olé, olé, olé, olé, Soda, Soda".
El repertorio de canciones fue elaborado a partir de los pedidos del público, vía In­ternet, y constituyó un repaso de lo más representativo de la historia musical de Soda. Un amplio dispositivo de seguridad vigiló el desarrollo del concierto, donde no se registraron incidentes.
Anoche se disponían a despedirse del Distrito Federal y mañana actuarán en Monterrey, Nuevo León.
Estos tres recitales en México son el co­mienzo de la promocionada gira de despedida de Soda Stereo, que después de quin­ce años de carrera, en los que se consoli­daron como una de las más grandes ban­das de Latinoamérica, decidieron separar­se, en mayo de este año, para que cada uno de sus integrantes inicie nuevos proyectos. Quizás el principal sea la continui­dad del líder, Gustavo Cerati, en su carrera como solista.


A principios de mayo, el grupo oficia­lizó su separación prometiendo a sus fans que tocarían en la primavera. Y es así co­mo finalizarán esta gira. Después de Méxi­co pasarán por Caracas (Venezuela) y por Santiago (Chile), el próximo sábado, para que el 20 de septiembre, en el estadio de Ri­ver, el trío le diga definitivamente adiós a su público.

Espectáculos, Clarín
Lunes 1ro de Septiembre de 1997
Carlos Fazio
Ciudad de Mexico. Especial

0736 - Soda Stereo - 1996 - Comfort y Musica Para Volar

Anuncio Oficial De La Separación De Soda Stereo. Banda Clave Del Rock Nacional

Fue Una De Las Bandas Más Populares E Interesantes Del Rock Nacional. Editaron 11 Discos, Conquistaron América Latina E Impusieron Una Estética Propia En Todo Lo Que Hicieron. Ya Entraron En La Historia

Cronica De Una Despedida Anunciada. El Rumor Ya Estaba Instalado. Ahora, Un Frío Comunicado Formalizó El Adiós.

Soda Stereo confirma por este medio su separación, resuel­ta de común acuerdo. Pronto se anunciará la fecha de realización en un estadio dé la ciudad de Bue­nos Aires, del último show en la carrera ' del grupo. Firmado: Gustavo Cerati, Zeta Bosio, Charly Alberti”. El fax que los tres miembros del grupo despacharon a última hora de ayer no deja lugar a equívocos: So­da Stereo ya es historia.
La noticia comenzó a tomar estado público a principios de 1997, cuando di­versos trascendidos hablaban de una crisis profunda en el seno de la banda. Gustavo Cerati, continuo viajante a Chile donde está prácticamente radicado, participó del disco debut del grupo trasandino Plan V. El hecho aumentó las sospechas y fue el propio Cerati quien echó algo de luz sobre las sombras en un reportaje que el Suple­mento Sí de Clarín le hizo en febrero. "El futuro de Soda Stereo depende de una reunión entre los tres que vamos a tener en marzo. Hasta ese momento no puedo decir nada", dedaró en aquella ocasión. Al día siguiente de la cumbre entre los miembros.de Soda Stereo, Gustavo partió rumbo a Londres para producir el disco de la cantante chilena Nicole, La decisión es­taba tomada: sólo faltaba establecer el mo­mento del anuncio formal de lo que era, a esas alturas, un secreto a voces.


Tras la presentación en Obras de Dynamo, durante diciembre de 1992, Soda Ste­reo estuvo separado de hecho. Su bajista, Zeta Bosio, se dedicó a la producción de otros, artistas; el baterista Charly Alberti abordó tareas relacionadas con la compu­tación, y Gustavo Cerati grabó su primer disco solista, Amor amarillo, durante el transcurso de 1993. La banda llamó a estas actividades extragrupales "unas merecidas vacaciones”.
Extinguido el contrato que los vinculaba al sello Sony Music, Soda Stereo anunció su reaparición en 1995 con Sueño Stereo, nuevo disco de estudio que inauguró con­trato con la compañía BMG, por el que el grupo recibió más de un millón de dólares como adelanto de regalías. Su presenta­ción en el teatro Gran Rex batió en su mo­mento el récord de shows de esa sala, has­ta entonces en manos de Charly García.


En 1996 vio la luz el que hasta ahora es el último álbum de la carrera de Soda Ste­reo: Comfort y música para volar, un disco grabado en vivo en los estudios del canal de cable MTV en Miami, completando una gira estadounidense que los había lle­vado a Los Angeles, Chicago y Nueva York, con muy buena respuesta de públi­co. Más tarde emprendieron una nueva gi­ra por territorio latinoamericano. Fue lo último que hicieron.

Tras el anuncio formal de la separación de Soda Stereo, resta saber la fecha de la despedida con el concierto anunciado, da­to que se conocería durante el transcurso de la semana que viene. Será el chau defi­nitivo a uno de los grupos más populares de toda la historia del rock argentino; a la banda que logró reunir a 250 mil personas en la 9 de Julio; a los que no sólo exporta­ron su música a Latinoamérica, sino que además se convirtieron en una influencia decisiva en el rock de todos los países de habla hispana; a los que, en definitiva, mo­dificaron claramente el curso del rock na­cional. Sin dudas, se los va a extrañar.

Clarin Espectaculos
Viernes 2 de Mayo de 1997
Sergio Marchi

0735 - Virus - 1998 - Nueve

En El Año En Que Se Cumple Una Decada De La Muerte De Federico Moura
Viras regresa con todo

Marcelo y Julio Moura, Enrique Muguetti y Daniel Sbarra atacan de nuevo. Grabaron un disco titulado Nueve -que Clarín escuchó en exclusiva- que continúa la linea estética del Virus original.



El  último disco de Virus editado en 1989, después de la muerte de Federico Moura en diciembre de 1988, se llamó Tierra del Fuego. Y fue como la cár­cel que alguna vez funcionó en el lugar, cuando la zona era todavía territorio nacional, cuando su sola mención era sinónimo de páramo, de frío, de tierra perdida. Tuvo que pasar mucho tiempo para que la ban­da saliera de esa prisión no esperada, no deseada. Hace unos dos años, Márcelo y Julio Moura, Enrique Muguetti y Daniel Sbarra se reunieron para ver si todavía podían tocar juntos. Después hubo algu­nos shows de temas viejos, amagues y fin­tas que enseñaban algún tema nuevo. Pe­ro la palabra regreso parecía todavía leja­na, una suerte de libertad condicional.
Este 1998 marca el décimo aniversario de la muerte de Federico y los nueve años de ausencia de Virus en formato de disco.


Y parece que ya es suficiente silencio. Por­que el 13 de abril saldrá a la venta Nueve, una manera de dejar en claro, de poner en cifras, lo mucho que costó este regreso,
Estuvieron siete años sin tocar juntos y dos trabajando en este disco. ¿No fue dema­siado largo el paréntesis?
Marcelo: No quisimos imponemos tiempos. Empezamos a juntamos, a tocar en vivo. Fuimos juntando material, data. Queríamos volver a encontrar la relación entre nosotros. Pudimos grabar a los dos meses de juntarnos. Pero fuimos muy res­petuosos con nosotros mismos. No fue una necesidad musical, fue un requisito del grupo.
¿No había temor a las comparaciones? Quiero decir, muchos van a hablar de este Virus en contraposición con el anterior, con Federico.
Julio: No fue miedo. Siempre nos ma­nejamos con desafios fuertes. Nos ha toca­do eso. En los comienzos, fuimos muy re­sistidos y eso nos fortaleció, nos unió. Y volver es un nuevo desafío que nos dá mucha fuerza. Pero también es cierto que, después de la muerte de Federico, no quería hacer música. Y no era una caída musical, era una caída espiritual.
Marcelo: Las comparaciones son inevi­tables. Porque la gente muchas veces está predispuesta para hacerlas. Y ya nos pasó. Mientras grabamos el disco, los técnicos y el productor de Eric Clapton estaban fasci­nados con el material nuevo. Con ese espíritu, a los 10 días, fuimos a tocar a Chile. Y, después de un show, un perio­dista dijo que los temas nuevos eran insig­nificantes. ¿Qué sé yo cuál es la lectura? Hay gente que se quedará con nuestros discos anteriores y esto no le va a gustar, incluso antes de escucharlo. Y ése es el riesgo que asumimos cuando decidimos volver con el nombre de Virus. Porque no­sotros pudimos ponernos otro nombre y listo. Pero, como seguimos sonando como Virus, no quisimos renegar de eso.
Ya que no reniegan de seguir sonando co­mo Virus, ¿cuáles son las diferencias y las similitudes entre el Virus de los 80 y este modelo fin de siglo?
Enrique: Unas y otras están más allá de nosotros. Es que se restableció la química y funciona por sí sola. Sólo me parece que este disco es más maduro, que nosotros estamos más maduros,
Daniel: Este disco mantiene el sonido Virus con las diferencias obvias del tiem­po. En todos los temas del disco, sin em­bargo, está presente esa cosa fresca que la banda mantuvo siempre.
Julio: Creo que hay una absoluta conti­nuidad compositiva entre Nueve y los dis­cos anteriores. Hay mañas y estilos que ya son del grupo. Simplemente es así.
Eso quiere decir que existe un truco Virus, una repetición en el estilo porque funciona.
Julio: Para nada. A la hora de compo­ner, sólo nos sirve dejamos fluir. La imposición es nuestro enemigo número uno.
Daniel: Y es justamente eso lo que nos lleva a tener temas que no responden al sonido Virus. Y en este caso pasa con Ex­tranjero, que tiene un aire latino, y Desa­yuno para un rey, que se va para el lado del jazz. Y estos temas bien pueden ser el próximo paso de la banda o simplemente un experimento. 
Entonces, ¿nada cambió?
Marcelo: Bueno sí, algunas cosas. Hace diez años, cuando estábamos de gira, nos íbamos por ahí después de cada show. En esa época, la gente más grande que trabajaba con nosotros solía irse a dormir des­pués de la cena, con un libro y el piyama puesto correctamente. Ahora, después de diez años, nosotros estamos más cerca del piyama y el libro que del descontrol.

Una Banda Con Historia
Comenzaban los ochenta cuando dos bandas unieron fuerzas para dar forma y sustancia a una idea. Así, de Las Violetas (Federico Moura, Mario Serra) y Marabunta (Marcelo y Julio Moura, Enrique Muguetti) nació Vi­rus. A ellos se les unió el guitarrista Daniel Sbarra. Hasta la muerte de Federico, en 1988, se mantuvo la formación. Después sólo hubo tiem­po para un disco más, Tierra del Fuego, donde se sumó Pablo Mujica y un vivo con Fabián Quintiero en teclados. En este regreso, Sbarra, Muguetti y los Moura están acom­pañados por Aitor Graña (batería) y Patricio Fontana (teclados).


Como es el disco nuevo:
El disco nuevo de Virus cuenta con un material variado que va desde los aires latinos de Extranjero y América fatal hasta ciertas influencias de acid jazz en Desayuno para un rey. Por el medio pasan cosas, distintas cosas. Están los temas estrictamente Virus como, Lucy, Cuervos, temas livianos que, si bien cuentan con buenos arreglos, son fácil­mente digeribles. De las once cancio­nes del disco, son las únicas sobrevi­vientes de los primeros tiempos de la reunión. Los que aguantaron las idas y vueltas de estos dos últimos años.
Nueve tiene también una muy bue­na versión de un clásico de Virus, Mira­da speed. En este caso, la que sale ga­nando es la letra, que cobra contenido en medio de un muy buen clima de guitarras. El trabajo tiene una balada muy elaborada, No caigas bajo el sol, y una canción que remite directamente a lo más dark de la década del ochenta: Hielo en el alcohol.
Para los fanáticos de la banda, hay otros temas que hablan necesariamen­te sobre distintas etapas de Virus. Cuando yo desespere, Aitxeitxe y No soporto más, donde sobrevuela el pop británico. Como bonus track, en un sin­gle que ya apareció, hay una versión dance de Amor descartable que no es­tará en el disco.
Más allá de los pliegues de cada te­ma, el disco suena maduro y elaborado. Algo así como buenas canciones ejecu­tadas con el obsesivo perfeccionismo de relojeros veteranos.

Espectaculos, Clarin

0734 - Tina Turner - 2004 - All The Best


Pintaban mal las cosas para ella, muy mal. Maldito karma sombrío. Sola, sin un cobre, gastando suela sobre las tablas de cuanto bo- lichito de mala muerte encontraba por Los Angeles y Las Vegas, para ganarse la vida. Ni siquiera el tiempo estaba de su lado. La ado­lescencia y la primera veintena ya se habían escurrido, despacito pero sin remedio, como arena de reloj. Los cuarenta empezaban a mordisquearle los talones.
“Esto no es vida”, se habrá dicho la negra más de una vez. Y probablemente no lo era. No después de haber sido telonera de los?.' Stones, de haber grabado cantidad de discos.  En fin, después de haber visto de cerca alguna de las caras siempre esquivas del éxito. Aquellos fueron los días dorados de la década del sesenta, cuando en los Estados Unidos se habían puesto de moda esas parejitas que intepretaban a dos corazones las alegrías y tristezas del folk y del blues, no sólo sobre los escenarios sino también en la vida cotidiana: ;, Sony and Cher, Carole King y su marido,  James Taylor y Carly Simón y, por supuesto, ella y su hombre: Ike and Tina Tumer.
Pero el modesto éxito que los morenos ha­bían alcanzado con enorme esfuerzo -y exce­lentes covers de “Get back” (Lennon-Mc Cartney) y “Proud Mary” (John Fogerty)- se hizo pedazos entre cinturonazos, puntapiés, viola­ciones y otras ternuritas que el bueno de Ike solía prodigarle a su adorada mujer.

Noches sin luna
Entonces comenzó el desfile de vacas flacas. Años de estrecheces económicas y ar­tísticas para la reina acida del soul, hasta que el hada madrina llegó, detrás de los lentes os­curos de un astuto productor discográfico, para convertir en carrozas las calabazas con las que la vida intentaba machucar el espí­ritu de la explosiva Tina. Comenzábamos a fumarnos la segunda mitad de los ochenta y la dueña de las piernas más calientes del rock estrenaba “Prívate Dancer”, un disco espec­tacular que colocaba las asentaderas de la diosa sobre un merecido trono hecho a su medida.
Ahora sí que la muchacha cabalgaba sobre el éxito verdadero. Ya no se trataba de simu­lacros ni de tibios reconocimientos. Tina, reina despiadada, ya podía lucir su propio collar, con los corazones de millones de fans en todo el mundo, ensartados uno a uno por sus tacos aguja.
Dueña de una de esas voces intravenosas, sensualotas y cargadas que empiezan por cosquillear en el estómago y crecen hasta hacerte puré las neuronas, la chica de Nutbush City es esa vieja leona de los escenarios que a los 54 años todavía conserva la imagen arquetípica de la mujer sexual. Aunque por el mo­mento abandonó las pelucas de melena fron­dosa y exuberante, sigue fiel a las minifaldas brevísimas y ajustadas, los tajos, el cuero, las transparencias, los tacos altos y las medias de red que enfundan esas estupendas columnas de ébano sobre las que se estremece una de las leyendas más subyugantes de la historia del rock. .
“Durante años, los críticos se han fijado más en el aspecto sensual de nuestras actua­ciones junto a Ike Tumer que en la música o nuestra habilidad para interpretarla -decía Tina en 1976, cuando iniciaba su carrera so­lista- Pero a. mí nunca me pareció que fueramos agresivos. A pesar de mi salvajismo sobre el escenario, sé que no pierdo mi femi­neidad”.
Tres años después de “Prívate Dancer” -que incluía una bellísima versión blusera y desgarrada de “Help”, el clásico de los Beatles- llegó “Break every rule” con temas muy al estilo de Tina como “Typical Male”, “Wat you get is what you see” y “Paradise is here”, además de un par de canciones es­critas por Mark Knopfler y David Bowie. “David y Mick (Jagger) son los dos artistas más excitantes con los que trabajé”. .
Pero además de excitante, Mick también fue un amigóte de aquéllos. En más de una oportunidad se la llevó a Tina y al huraño Ike como teloneros en las giras de los Stonés. Y cuando las cosas se pusieron difíciles para la negra, Jagger y sus muchachos tendieron una mano salvadora. Mick la admiraba y la mimaba. Y nunca perdió oportunidad de con­fesar que había aprendido a moverse sobre un escenario viendo las actuaciones de Tina. Así, desde el regreso triunfal de la negra, cada vez que las dos bestias coincidieron so­bre las tablas, la temperatura subió hasta re­ventar las gargantas de miles de incondicio­nales, entregados al delirio en cuerpo y alma. Entonces, era comun que Mick le arrancara de un tirón la diminuta minifalda y Tina res­pondiera acariciándole las piernas con sus míticas medias de red.


Con el diablo en los zapatos
“La criatura que Dios puso sobre la Tierra para enseñar a las mujeres a bailar con tacos altos”, según deliran algunos. Simplemente una mina chabacana, que se -mueve con la gracia de un orangután y abre la bocaza mu­cho más de lo que recomiendan las buenas costumbres, según otros. Lo cierto es que Tina siempre sacudió sus muslos taconeando sobre el filo que separa lo hipersensual de la vulgaridad. Porque la chica nunca fue una nena buena, de esas que el gesto más sexy que se permitían era descansar delicada­mente las manos sobre las caderas mientras adelantaban un piecito con la rodilla flexionada, y así se quedaban, estáticas, durante todo el recital. Tampoco cultivó ese código es­cénico de muñequita erótica que impuso Ma­donna en la década del ochenta, cuando Tina volvía de su propio entierro. Lejos de la sen­sualidad naive de los sesenta y de las coreo­grafías de salón, estudiadamente provoca­tivas de la era madonniana, la negra dorada se permitía saltar, correr, juntar y separar las rodillas o arquear los brazos como una marioneta descuajeringada. Transpirar la pe­luca y la camiseta. 
Durante su última gira internacional, Tina pisó nuestras tierras gauchas. Los adictos a la mujer dinamita lo sabrán bien, apretujados como sardinas bajó el calor sofocante de aquella luna del 3 dé enero de 1988, cuando la señora regaló por anticipado una versión pa­gana y caliente de la noche de Reyes Magos.
Claro, no sólo los pobres mortales caíamos como moscas a los pies de la negra caníbal.
Gente very VIP se banco una estoica espera de una hora para ver de cerca, aunque tan- sólo fuera por unos pocos segundos, el rostro de Mrs. Tumer. Allí estaban, muy puestos y vestidos para la ocasión, el senador Femando de La Rúa -de saco y corbata-, el intendente Facundo Suárez Lastra -de elegante sport- y el entonces gobernador Carlos Menem -con vanguardista camisa negra plagada de exó­ticos arabescos blancos- según dan cuenta las crónicas de lá época. Costó convencer a Tina de que recibiera a los políticos convo­cados por Pepsi, la empresa que auspiciaba el recital Pero aunque el ágape preparado por los creadores de la dulce bebida marrón hizo burbujas por los cuatro costados, los señores finalmente fueron recibidos breve pero cortésmente en el camarín de la estrella.
Inquieta, hipéracüva, la diminuta Tina también supo curtir cine. Lá primera vez fue en 1971, cuando apareció junto con Ike durante un concierto, en el largometraje “Talking off”, de Milos Forman. Cuatro años después llegó la consagración con el papel que la rebautizó para el resto de sus días. Tina fue la Reina Acida de “Tommy”, la película del pirado Ken Russell, sobre la ópera rock que escribió Pete Townshend, el monstruito de “The Who”, otro de esos que le escapan a la cordura. Lo último de la negra fue Mad Max en 1984, como Aunt Entity junto a Mel Gibson. Y aunque cuatro años después decidió abandonar los escenarios para dedicarse de lleno al cine, lo cierto es que no hizo dema­siado, a excepción de un proyecto que no la cuenta como protagonista: la película basada en su autobiografía, “I, Tina”, que protagoni­zan Angela Bassett y Larry Fishbume.
Mística, aparentemente apolítica, la mo­rena parece preferir las riquezas que engor­dan los bolsillos del espíritu. “El dinero no nos hace completamente felices. Es hermoso tener una posición confortable después de años de no tener nada. Pero en la vida, lo más importante es tu corazón y tu alma. Vos ves a un montón de gente que ha alcanzado todo y demasiado tarde comienza a comprender cuál es el verdadero regalo de la vida: el amor”.

La pantera acecha otrá vez
Por estos días la muchacha de las pelúcas se prepara para el regreso. Con nuevo disco bajo el brazo“What’s Iove got to do with it?”, una recorrida por los momentos más grossos de su carrera y a punto de parir su primera gira americana, después , de seis años de calma chicha, Tina desanda entrañables ca­minos recorridos hace mucho tiempo. “Cuando canté por primera vez algunas canciones como Rock Me Baby, A fool in lóve o Nutbush City Limits, yo era todavía una mu­jer niña. Y no estoy muy segura de en ese mo­mento comprendiera en su totalidad él poder qué esos temas encerraban. Ahora sí lo com­prendo. Cantarlos otra vez es como revisitar el pasado, sólo con la convicción y el abso­luto conocimiento de que todos mis sueños más salvajes se convertirían en realidad”.
Alguna vez Tina dijo que la belleza negra “es dulce a los veinte años, exuberante a los treinta, pero a los cuarenta es decididamente inquietante”. Y como las cosas siempre pue­den mejorar, ahora, a una edad en que mu­chas de sus compañeras de ruta han tirado la toalla y perdido por KO el último round con­tra los fantasmas de la vejez, la amazona ne­gra todavía se. monta los retoves de los años con pericia admirable.
“La vida es dura, pero no tanto como yo”, bromea. Y tal vez el comentario sea una buena síntesis de la vida de esta mujer-huracán que lo tuvo todo, lo perdió todo y lo vol­vió a recuperar. Y cuando apenas le faltan, seis años para llegar a los sesenta, todavía tiene el descaro de exhibir las piernas más deseadas y envidiadas del mundo. No es poco, para una muchachita pobre, de color, que nació al sur de los Estados Unidos.


0733 - George Benson - 1990 - Big Boss Band

George Benson Se Presento El Domingo Con El Talento Y El Oficio De Siempre

Perfección al borde de la rutina

George Benson
Musicos Acompañantes
David Whitman(teclados)
Michael O'Neill (guitarra)
Tom Hall(teclados)
Stanley Banks (bajo), 
Dennis Rosales (percusión) 
Buddy Williams (batería).
Teatro: Gran Rex, domingo 22 (1998)


El músico despertó merecidamente la ovación de una platea que celebró su lirismo y su despliegue instrumental. Aunque el recital mostró más aplicación a la coherencia que a la renovación.
  
El gran músico negro George Benson (salud), nada de la música negra le es ajeno. Y no sólo en la música negra: también viste de negro y hasta la toalla con que enjuga su negra y sudorosa frente es negra.
Su menú no varió demasiado en los úl­timos años. Por lo menos, desde su visita en abril de 1992, en la que también incluía algún tema de Los Beatles, su paródico ho­menaje a Nat King Colé, el habitual stock de baladas, su imitación del vibrafonista Milt Jackson, algún toque jazzero y altas dosis de rythm and blues, funk, soul y ale­daños. Todas aguas territoriales propias por cuyos diferentes cauces navega con la elegancia y sapiencia de un viejo lobo de mar... negro. En cuanto a los músicos, también eran y hacían casi lo mismo.
En un sentido, por suerte. Pero en otro, todo habla de una coherencia que a razón de muchas decenas de conciertos por año es muy fácil convertir en rutina.
Nuevamente, su versión en solo de gui­tarra del clásico Tenderly caló hondo por su lirismo y despliegue instrumental. Una vez más, su antiguo socio, el bajista Stan­ley Banks proveyó una base de acero y un cuerpo de goma en su incesante y vistoso bailoteo y su pandereta en el pie izquier­do, tal como en 1992. Como siempre, el pianista David Whitman hizo uso de la ex­clusiva licenda otorgada por su excluyente jefe para hacer solos y de los buenos. El baterista Buddy Williams, él percusionista Dennis Rosales, el tecladista Tom Hall y el guitarrista Michael O'Neill se sumaron con eficacia al unánime consenso funcional de una banda que ofrece un banquete sonoro impecable, sabroso y calentito.
Por supuesto, no podía faltar su tributo a nuestro Jorge Dalto, el fallecido pianista argentino que integró la banda de Benson en los 70, la gran época de su álbum Breezin. Pero sí podía faltar su habitual mo­mento gracioso donde, cual Mario Sán­chez del desarrollo, imita a Ray Charles con “anteojos y todo, y a la familia Colé con Nat King y su hija Natalie incluida haciendo un olvidable Inolvidable.
Antes de que se lo pidan, Benson ataca On Broadway, aquel tema de la película All that jazz que lo hizo famoso. Y que pa­rece condenado a tocar como remate de sus recitales por el resto de sus noches. Tócala de nuevo, George.


Así como se habla de jazz-rock, lo de Benson bien podría bautizarse como jazz- pop, donde la primera palabra habla más de sus orígenes que dé sus inquietudes ac­tuales. Y el amplísimo rótulo de la dere­cha, del destino final de su enorme talento y oficio. Pero por encima de los variadísi­mos calibres de los temas, Benson deja muy claro que es capaz de darle vida al más inerte de los ladrillos musicales que se le antoje encarar. Cual varita mágica, to­do lo que toca tiene swing. Es un comple­to y verdadero maestro que pasea por el mango de su guitarra como mítico Pan­cho por su casa. Y scatea con la misma sol­tura con que improvisa con su guitarra, y viceversa. Y también las dos cosas juntas y al unísono, su habilidad característica. Con semejantes armas, el Benson modelo 98 (como el de 1992) prefiere sin embargo seguir apuntando a la re-creación antes que a la innovadón, y a lo seguro comodo antes que a los riesgos por conocer. Así las cosas, no es raro entonces que despierte más admiración que emoción.
Desde el raper Dante Spinetta hasta el bandoneonista Walter Ríos, pasando por los bateristas Luis Cerávolo y Carlos Ri­ganti, entre muchos otros músicos de am­plio espectro estilístico, colaboraron en el lleno total del Gran Rex. Y todos los asistentes, en el único tema coral del recital, cantaron a cappella el feliz cumpleaños número 55 de George Benson, coincidente con su concierto porteño.

Espectaculos, Clarin
Martes 24 De Marzo De 1998
Gabriel Senanes

0732 - Los Violadores - 1987 - Fuera de Sektor

Los Violadores En Obras: Cronica De Una Noche Agitada

  
Los Violadores en Obras,
Músicos invitados:
Cartas Darío Saidman (voz tenor),
Fabián Von Quintiero (teclados),
Alejandro Seoane (teclados),
Federico Gil Sola (percusion),
Julio Figueroa (percusión),
Damián Salgado (percusión).
Sábado 18 de Agosto (1990).



Lo de Los Violadores resultó siempre un acto en los márgenes del espectáculo. Limítrofes fueron, desde el principio, el nombre provocador, las letras de repudio al orden, esa música contracturada que invita al cuerpo a sumergirse en una danza de empujo­nes, limítrofe también entre el juego y la pelea.
Un paso mas allá de sí mismos y Los Violadores quedaban verdaderamente fuera de sector, en medio de una bola eléctrica de sonidos distorsionados. En eso radicaba su aporte, hace diez años, cuando fueron de los primeros en tra­ducir los gestos del punk inglés al ar­gentino, en épocas en que cantar Re­presión no les resultaba gratuito.
Los Violadores llegaron a Obras el sábado último, con el pesado mandato de llevar ese clima de catarsis a un primer disco en vivo y de registrar en un video las imágenes del que debería ser su concierto más espectacular. Seguramente, la edición de lo que allí hicieron completará la tarea que, en Obras, por momentos pareció ser lo principal.
Fueron Fieles a su público cuando los decibeles de Represión, Violadores de la ley, Contra La pared, Ultraviolento y Nada ni nadie nos puede doblegar convocaron a acompañar los estribillos en un raro clima de excitación creativa, pero atentaron contra ese mismo públi­co cuando rindieron el espectáculo a las exigencias de la grabación. Por mo­mentos se invirtieron los papeles. En vez de capturar el clima en vivo para su disco, los allí presentes tenían que adaptarse a los intervalos propios de una grabación. Pil Trafa se disculpó en­tonces por las demoras explicando téc­nicamente que había que renovar los casetes de video cada 15 minutos, algo demasiado complicado de entender cuando se espera vivir una fiesta inten­sa como la que prometen Los Viola­dores.      
Más allá de esto el grupo sigue mos­trando un sonido más ajustado y menos crudo que en sus orígenes, lo que les permite jugar sobre el escenario con la Oda a la alegría acompañados del tenor Darío Saidman y miles voces que con­virtieron el cuarto movimiento de Beethoven en el clásico grito de Woodstock. La presencia de los músi­cos invitados se hizo más fuerte cuan­do los temas Música del alma y Beat africano precisaron de una percusión más negra que rockera.



Ruidos, uno de los cuatro temas nuevos que presentaron (los otros fue­ron Que Dios nos perdone, Música del alma y Que se indulte Dios), permitió adivinar la búsqueda del grupo hacia sonidos nuevos. En éste, los teclados que condujo Fabián Von Quintiero y la guitarra de Stuka crearon un ambiente casi psicodélico que acompañó la con­fusión de la discoteca que se refleja en la letra. Queda para la anécdota que, tanto Ruidos como la Marcha del tenor con un Saidman de simpático smoking sin monito, volvieron a la hora de los bises, lo que contribuye a la sensación momentánea de asistir a una sesión de grabación con público.

Diario Sur
20 De Agosto de 1990
Fabián Polosecki

0731 - Vitale-Izarrualde-Gonzalez - 1997 - Cuando el Río Suena

VITALE-IZARAULDE-GONZALEZ
La nueva versión de un clasica
La flamante incorporación del flautista Rubén Izarrualde al trío que completan Lito Vitale y Lucho González aporta más virtuosismo que ideas musicales. Así y todo, el grupo suena. Y bien.

Había una vez un trío Cumbo-Vitale-González, que allá por los comienzos de los 80 hizo época con su enfoque abierto de la música popular argentina. Un disco y varios meses de vida alcanzaron para que, tras su disolución, surgiera toda una saga de tríos que nunca empataron las bondades del original.
A comienzos del 96, unos 15 años des­pués, el trío aquel resucitó por una sema­na. Y se hizo sentir con fuerza suficiente como para que sus tres ilustres integran­tes se plantearan un regreso con gloria en el 97. Y así sucedió, hasta que pronto el bullicio de las rencillas personales genera­das fuera del escenario logró ahogar las gratas emanaciones sonoras que elarmónico triángulo musical obtenía sobre tablas. Un triángulo equilátero, pero trián­gulo al fin. Y sabido es que, al menos en el terreno del amor, se trata de una figura conflictiva. Así fue que, por alguna razón o sinrazón, Cumbo perdió su puesto, y el trío volvió con el flautista Rubén Izarrualde -(a) El Mono- ocupando su lugar.
Si antes se llamaba Cumbo-Vitale-González, ahora el cartel muestra Vitale- Izarrualde-González. En este caso, el or- den' de los factores altera el producto. Ha­blando en idioma futbolero, el nuevo trío se dispone como un 2-1, con el pianista Li­to Vítale y, el guitarrista Lucho González en un tándem de absoluta sintonía, y con Izarrualde como una especie de invitado especial. Además de tocar de a tres, tienen el buen tino de formar dúos varios y enca­rar algún tema de a uno. Vítale y González proveen base, arreglos y no pocas compo­siciones, mientras la flauta expone los te­mas y se anota en los solos. Pero, en líneas generales, se trata de una propuesta más armada que el primer trío.
Izarrualde es uno de los mejores instru­mentistas del panorama popular local. En efecto, el Mono es un verdadero animal to­cando la flauta. Es capaz de tocar lo que le pidan. Y si no le piden nada, improvisa. En sus solos, sin embargo, sus dedos (que son diez, o quizás más) llegan a superar a. sus ideas. Trinos, escalas y efectos ganan por goleada a la mera inventiva melódica. Aquí aporta también su flauta bajo, cuyo timbre mórbido impone reglas de juego más sobrias, que lo revelan como un sutil brigadier de su fuerza aérea pulmonar.
Las comparaciones con Cumbo, además de odiosas, serían inoportunas. Si bien no pueden soslayarse sus hazañas so­plando tubitos de caña con agujeros, el aporte del gran aerofonista y compositor iba mucho más allá del aspecto meramen­te instrumental. Cumbo es un experto en el arte de volar con los pies sobre la tierra (argentina, en este caso). Sabe cómo unir tradición y novedad, creación y recreación. Y entonces, sumaba una ideología musical clara y personal que lograba no sólo una notable amalgama con sus compañeros, sino que también ayudaba a cada cual a colocarse en su punto de mayor valor y rendimiento. A ofrecer lo mejor de sí. Pe­ro a la vez, garantizaba una identidad in­confundible al conjunto, creando un soni­do característico gracias al color y calor de sus instrumentos (quena, silcus y laringe) y a su tremenda manera de usarlos.
Lucho González, el más peruano de los músicos argentinos y viceversa, tiene el sa­no y difícil hábito de componer sencillito, con una sensibilidad melódica que corre pareja con su inteligencia armónica. Su sencillez elude lo chabacano y se acerca a lo chabucano, habida cuenta de sus años como acompañante de Chabuca Granda.
Lito Vítale disfruta su bendita vecindad con el peruano, que tanto bien le hace pa­ra orientar su energía instrumental y crea­tiva hacia puertos de aguas más profundas que sus conjuntos personales. Vítale tiene un talento y un lirismo melódico merece­dores de un contexto tímbrico y formal que lo salven de tentaciones y desliza­mientos a la vulgaridad.
En eso anda, parece.

Espectaculos, Clarin
Miércoles 30 De Abril De 1997