Los Violadores
En Obras: Cronica De Una Noche Agitada
Los
Violadores en Obras,
Músicos
invitados:
Cartas
Darío Saidman (voz tenor),
Fabián
Von Quintiero (teclados),
Alejandro
Seoane (teclados),
Federico
Gil Sola (percusion),
Julio
Figueroa (percusión),
Damián
Salgado (percusión).
Sábado
18 de Agosto (1990).
Lo
de Los Violadores resultó siempre un acto en los márgenes del espectáculo.
Limítrofes fueron, desde el principio, el nombre provocador, las letras de
repudio al orden, esa música contracturada que invita al cuerpo a sumergirse en
una danza de empujones, limítrofe también entre el juego y la pelea.
Un
paso mas allá de sí mismos y Los Violadores quedaban verdaderamente fuera de
sector, en medio de una bola eléctrica de sonidos distorsionados. En eso radicaba
su aporte, hace diez años, cuando fueron de los primeros en traducir los
gestos del punk inglés al argentino, en épocas en que cantar Represión no les
resultaba gratuito.
Los
Violadores llegaron a Obras el sábado último, con el pesado mandato de llevar
ese clima de catarsis a un primer disco en vivo y de registrar en un video las
imágenes del que debería ser su concierto más espectacular. Seguramente, la
edición de lo que allí hicieron completará la tarea que, en Obras, por momentos
pareció ser lo principal.
Fueron
Fieles a su público cuando los decibeles de Represión, Violadores de la ley,
Contra La pared, Ultraviolento y Nada ni nadie nos puede doblegar convocaron a
acompañar los estribillos en un raro clima de excitación creativa, pero
atentaron contra ese mismo público cuando rindieron el espectáculo a las
exigencias de la grabación. Por momentos se invirtieron los papeles. En vez de
capturar el clima en vivo para su disco, los allí presentes tenían que adaptarse
a los intervalos propios de una grabación. Pil Trafa se disculpó entonces por
las demoras explicando técnicamente que había que renovar los casetes de video
cada 15 minutos, algo demasiado complicado de entender cuando se espera vivir
una fiesta intensa como la que prometen Los Violadores.
Más
allá de esto el grupo sigue mostrando un sonido más ajustado y menos crudo que
en sus orígenes, lo que les permite jugar sobre el escenario con la Oda a la alegría acompañados
del tenor Darío Saidman y miles voces que convirtieron el cuarto movimiento de
Beethoven en el clásico grito de Woodstock. La presencia de los músicos
invitados se hizo más fuerte cuando los temas Música del alma y Beat africano precisaron
de una percusión más negra que rockera.
Ruidos,
uno de los cuatro temas nuevos que presentaron (los otros fueron Que Dios nos perdone,
Música del alma y Que se indulte Dios), permitió adivinar la búsqueda del grupo
hacia sonidos nuevos. En éste, los teclados que condujo Fabián Von Quintiero y
la guitarra de Stuka crearon un ambiente casi psicodélico que acompañó la confusión
de la discoteca que se refleja en la letra. Queda para la anécdota que, tanto Ruidos
como la Marcha
del tenor con un Saidman de simpático smoking sin monito, volvieron a la hora
de los bises, lo que contribuye a la sensación momentánea de asistir a una
sesión de grabación con público.
Diario Sur
20 De Agosto de 1990
Fabián Polosecki
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