Poseedora de una vocalidad camaleó-nica y de un instinto del espectáculonada convencional, Cathy Berberian(1928-1983) constituye el mito más sólido y visible de un concepto del arte vocal radical-mente libre y heterodoxo, capaz de apelar a laautonomía de la voz como medio de creaciónmusical primordial, y sellar a la vez su alianzacon cualquier Forma de arte. Envuelta en pei-nados, vestuarios y atrezos imposibles, Berbe-rian desarrolló un Formato de recital capaz dedesafar cualquier convención (“Me aburrenlos recitales en los que el cantante entra, salu-da, se sitúa junto al piano y canta, saluda y se va. ¡Cualquiera puede hacer eso!”). Programas como A la recherche de la Musique perdue (De lo sublime a lo ridículo) o A soirée chez Monsieur Marcel Proust podían reunir al menos cuatroidiomas, obras de Monteverdi a los Beatles(pasando por Ravel o Cage), toda clase de re-gistros vocales (Folclóricos, líricos, populares oexperimentales) y un sentido teatral y humo-rístico exquisito, capaz de seducir incluso a lasaudiencias más predispuestas en su contra.Esposa del compositor italiano Luciano Be-rio entre 1950 y 1964, Berberian Fue ademásla musa con más proyección y personalidadde la escena vanguardista europea de los años60 y 70, y Fue dedicataria o coautora de obrasfrmadas por Igor Stravinsky, John Cage,Bruno Maderna, Henri Pousseur, SylvanoBussotti o, por supuesto, su propio marido,entre otros. Rompedora nata de moldes y Fronteras, Berberian hizo así realidad unideal artístico basado en el poder primige-nio de la voz, cuyo antecedente estético máspróximo se remonta a la “poesía sonora” pro-Fetizada por el pintor dadaísta Kurt Schwit-ters 40 años antes. Su ejemplo Fue seguido y ampliado por una extensa nómina de artistasmayoritariamente Femeninas, entre las quepodríamos incluir los nombres de MeredithMonk, Laurie Anderson, Joan La Barbara,Diamanda Galás, Shelley Hirsch, PamelaZ, Sainkho Namtchylak, Dora Ohrenstein,Christine Schadeberg, Laurie Amat, He-briana Alainentalo o Cristina Zavalloni, en-tre otras (ver cuadro adjunto), la mayor partede las cuales han rendido tributo a su figura.
SENSACIONES BORROSAS PERO INTENSAS EN UN CUERPO PEQUEÑO Y ANODINO
La joven Catherine Anahid Berberian, naci-da de inmigrantes armenios el 4 de julio de1925 en una pequeña ciudad de Massachu-setts, aunque residentes en Nueva York des-de 1927, apenas dio señales del carisma quecaracterizó a su fgura pública en su madurez.Insegura y poco agraciada Físicamente, susrecuerdos de la inFancia la describen comouna chica retraída pero inFectada por unainsaciable Fantasía y curiosidad. La música y los bailes tradicionales armenios, la canciónpopular, así como el canto y todo lo relaciona-do con el teatro cautivaron su atención des-de los tiempos en los que, junto a su padre,organizaba pequeñas Funciones Familiares.A los siete años descubriría la ópera a travésde una colección de viejos discos de 78 r.p.m.pertenecientes a su madre. Como ella mismaexplicaría años después “la música constituyópara mí el único espacio que me permitía es-capar de la banalidad de mi existencia de clasemedia-baja urbana”; en concreto, la ópera lepermitió soñar con “ser una princesa aFricana,una gitana temperamental o una cortesanacon el corazón de oro”. Esta temprana afciónoperística le llevó a desafar pronto los límitesde la voz mediante la imitación de sus cantan-tes Favoritos de un extremo a otro del registro vocal: desde la soprano ligera (Lily Pons en elAria de las campanas de Lakmé ) hasta el bajoproFundo (Feodor Chaliapin en la Canción de la pulga de Mussorgsky).Al igual que su inFancia, la juventud de Ca-thy discurrió por senderos poco promete-dores. Alumna en un colegio católico en elBronx primero y en un instituto Femeninoen Queens después, recibió sus primeros es-tudios de canto, actuó en coros no proFesio-nales y se implicó como solista y directora deun grupo Folclórico armenio local. La des-confanza de sus padres en la soñada carreraoperística de su hija retrasó su acceso a losestudios proFesionales hasta que decidió en-rolarse en la Universidad de Columbia. Allíestudió teatro, canto, escenograFía, dicción y pantomima. E incluso baile español e in-dio, ansiosa como estaba por oFrecer en unFuturo en los teatros de ópera unos retratos verdaderamente completos de sus heroínaslíricas, Carmen y Lakmé (a las que, por cier-to, nunca llegaría a encarnar).
SE DICE QUE SOY UNA PAYASA
Tras el divorcio de Berio en 1966, del queambos supieron conservar una perdurable re-lación de amistad y artística, Berberian inicióuna segunda transFormación proFesional. Es laépoca de la colaboración con Nikolaus Har-noncourt, por entonces un joven pionero dela interpretación historicista, con quien regis-tró sus dos únicos títulos operísticos: L’Orfeo (1969) y L’incoronazione di Poppea (1974)de Monteverdi. Pero también es la época desu emancipación como artista y como mu- jer. Como ha apuntado en tiempos recien-tes Pamela Z, había algo de hipócrita, o dearraigo cultural proFundamente machista, enel hecho de que esta primera generación deartistas Femeninas que señalaron nuevos ca-minos en el empleo de la voz subordinaran sutalento al del hombre/compositor. En ciertomodo, el compositor se arrogaba la autoría deun material sonoro proFundamente originalmediante su representación simbólica en elpapel, cuando en realidad era la mujer su due-ña y creadora absoluta. Este esquema, que sereprodujo en artistas como Michiko Hiraya-ma o Jan De Gaetani, es el que rompió Cathy en esta nueva etapa. Sin dejar de interpretarobras de otros colegas masculinos, Berberian indagó en los aspectos teatral y escenográfcotradicionalmente excluidos del concepto delrecital, e hizo de éste una Forma de arte radi-calmente nueva, desinhibida y arriesgada. Unconcepto proFundamente desmitifcador en elque cabía todo, desde la vanguardia hasta elpop, la inteligencia y el humor, y que alimentólas críticas de los sectores vanguardistas máspuristas, alarmadas ya desde los tiempos delas Folk
songs . “Se me critica, ¡se dice que soy una payasa!, pero no me importa, pues he de-mostrado de sobra que también soy seria”.
LA MÚSICA ME DIO UNA IDENTIDAD…
Aunque Fue el recital la Fórmula de expresiónprincipal de Berberian (Berio comprendió estoperFectamente cuando le dedicó su Recital I for Cathy en 1971), compuso también algunasobras para sí misma. Stripsody (1966), basadaen las onomatopeyas habituales en los comics, y Morsicat(h)y (1971), sobre la muerte gloriosade un mosquito, son las más signifcativas. El carácter irrepetible de esta artista ha con-dicionado que su legado diFícilmente pue-da subsistir de un modo convencional. Nosólo sus propias obras, sino también las quele Fueron dedicadas, se resisten a integrarsede Forma normal en el repertorio debido ala inevitable comparación que incitan con sus modélicas e irrepetibles interpretaciones preservadas por el disco. No de Formagratuita encomendó Berio a varias cantantes(no a una sola, como sólo sabía hacer Cathy)la interpretación de las Folk songs en el con-cierto que se celebró en su memoria en 1994 en La Scala. Aparte de en su discografía (y videografía), el legado de Berberian se expresa de forma más plena a través de su Formade entender y vivir la música: “La música medio una identidad. La música me proporcionó una proFesión. Me proporcionó un gran amor también, y cuando éste acabó, llenó el vacío con alicientes para vivir como una per-sona plena, no como un apéndice. Me liberócomo mujer, y Forjó la independencia de mimente y mi espíritu”
TODOS LOS TEXTOS PARA AUDIO CLASICA8# 137), pertenecen a: Rafael Fernández de Larrinoa es titulado superior en Musicología. Actualmente ejerce de profesor deHistoria de la Música en la Escuela de Música Creativa y de profesor de Armonía y Composición en el Conservatorio “Adolfo Salazar” de Madrid
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