EL CANTO CON CAJA
El canto con caja integra un ritual sagrado y festivo de la cultura andina. Sagrado en sus épocas de siembra, cosecha y marcación del ganado donde se ruega la abundancia y el "multiplico de la hacienda". Festivo y desmesurado en sus carnavales. Allí culminan todas las expansiones del canto y la danza, y la vida peligra olvidando su ritmo ecológico. El canto y el tambor llamado caja desatan la reserva natural del indio y su comunidad. Todo se libera, en especial los reflejos del mito y la leyenda, la poesía de la vida entre cerros y soledades donde los pastoreos del hombre y de la mujer cosechan sileb¡ncio y sabiduría.
Comunión y alabanza, unidad con el universo refeleja ese canto de siglos. Canto comunitario de alma colectiva pero también de "solistas" que se desangran, o de dúos en lamentos de vidala. Y abundan los contrapuntos de mujer y hombre que muestran cómo se aman y desprecian.
Perú, Bolivia, Chile y algunos pueblos de Ecuador perpetúan este canto inmemorial. Argentina en aldeas y caseríos cerriles de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, y en salitrales y arenosas tierras de los montes de Santiago del Estero.
En Argentina el canto con caja tiene tres canciones y múltiples repertorios de ellas: baguala, tonada y vidala. Cada una pertenece a un sistema musical diferente.
Carlos Vega, fundador de nuestro Instituto de Etnomusicología, estudió los cimientos de nuestros cancioneros y canciones. Afirma que la baguala se urde en la trifonía indígena de Los Andes, trifonía en modo mayor. Ella abarca el territorio que ocupaban las antiguas naciones de lengua cacana: Pulares, Calchaquí y Diaguitas que "son los progenitores de las comunidades hoy folklóricas y anteriormente étnicas que cantan la baguala en su propia área pre-colombina".
La denominación popular de la baguala no es corriente en todas las provincias del N.O. argentino. En Tucumán se llaman "arribeña" y "joi-joi". En Salta "baguala", en Catamarca "vidala coya" y en la Rioja "vidalita".
La tonada que abunda en Jujuy (Altiplano y Quebrada de Humahuaca) es llamada en sus regiones de canto "tonada" o "copla". Hay tonadas de dos, tres, cuatro y cinco notas como si buscaran la pentafonía que abunda en Tarija (Bolivia). Recordemos que Tarija era parte de Argentina hasta fines del siglo 19.
Carlos Vega agrega que "la vidala pertenece a un sistema musical propio de Sudamérica, con buen espacio de vida en el siglo 18 siendo una canción exclusivamente argentina por sus estructuras musicales como poéticas.
"Invade las regiones del antiguo Tucumán (N.O. argentino) y es evidente su complejidad porque acusa diferentes musicales siendo su rasgo permanente la bimodalidad con cuarta aumentada".
Este criterio es confirmado también por Isabel Aretz que fue discípula de Carlos Vega. En sus innumerables viajes de estudio recogió en Catamarca y La Rioja un grupo de temas que denomina "vidalitas andinas" que registran a menudo trifonía, tetrafonía y pentafonía, como tambien bimodalidad. Aretz deduce que estas melodías son restos de un antiguo sustrato musical que pudo irradiar del antiguo Perú. Muchas de estas canciones se resisten a ser cantadas en terceras paralelas, como se cantan la mayoría de las vidalas.
Grito en el Cielo nos instala en el canto ancestral con una técnica de expresión milenaria y poderosas melodías.
Los sagrados cantores de los valles, los "vallistos" que descienden de los siglos andinos nos están esperando en los cerros del noroeste argentino para revelarnos otra dimensión del canto, terrestre y sideral. Al escucharlos aterrizamos en América y la descubrimos. Su discurso de cantores es la suprema desnudez: sólo tres notas escalofriadas por la voz en abismo. Ese rayo nos inicia en el canto planetario que establece la jerarquía del grito y el lamento como sacralidades del iniciado.
Los "vallistos" nos alumbran el despeñadero del canto. De ellos buscamos sus secretos, su repertorio, sus baqueanías y zaarpazos.
Para los que claman "las fuentes" queda sonando esta magia, y para esas multitudes estudiantiles que sin saberlo van suplicando raíces para afincar su sed de rumbo y belleza.
La montaña nos muestra el milagro. Las ciudades deberán bendecirlo y enarbolarlo para que cumpla su misión de epicentro solar.