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jueves, 20 de febrero de 2020
4956 - Stan Getz & Bill Evans - 1973 - Stan Getz & Bill Evans
Stan Getz: Un Maestro Aplicado
En un amplio escenario, a centro, cinco músicos preparan sus instrumentos para dar comienzo a un hermoso y discreto concierto: Stan Getz y su banda, integrada por Mitch Forman (piano), Todd Coolman (bajo), Chuck Loeb (guitarra) y Mike Hyman (batería).
Lo curioso es que siendo Stan Getz un músico que ya bordea los 53 años, lo veamos acompañado por veinteañeros, como su baterista, de sólo 21 años, y el pianista (el más viejo) de 26!
La sala se oscureció y los prime-ros acordes de “Satan's Blues' colmaron el escenario. “Europa' (de Andrew Láveme) fue enriquecida por un pomposo solo de Forman al piano, seguido por un soberbio solo de Todd Coliman en bajo. En general la mayoría de los temas fueron estructurados teniendo en cuenta la tradición jazzera: solo de saxo, piano, bajo y batería, respectivamente.
"Lady Lay", (de Wayne Shorter) tema en memoria de Billie Hollyday (maravillosa cantante de jazz) tuvo un solo de Stan inolvidable, claro que no a la usanza moderna, no olvidemos que el sonido que caracteriza a Getz lleva los calificativos de: suave, noble, natural, limpio y dulce; aplicables, (dejando de lado al pianista), al resto de la banda, como se reveló en la desenvoltura de su guitarrista (una sorpresiva mixtura de Benson y Metheny)
“O grande Amor", de Carlos Jobim fue otro de los temas donde Getz atrapó a la audiencia con su tenor. Aquí, el pianista trabajó sobre el piano eléctrico tocando un prudente solo, dejando paso al guitarrista en un solo sinuoso, ondulante y, finalmente. Stan cerró la pieza con un regreso a la melodía, demostrando que no ha olvidado su paso por la música brasilera (recordemos sus trabajos con Joao Gilberto).
Stan, presentó con orgullo a sus jóvenes acompañantes y dio paso a su guitarrista para iniciar un tema que le pertenece: “Be There Then". Una suave y delicada balada tocada con toda la ternura que un saxo soprano pueda dar. y adornada aún más por un soberbio solo de piano a cargo de Forman, un pequeño Keith Jarrett de bolsillo. Y hablando del Keith Jarret no se puede creer lo que ocurrió cuando este niño presentó su tema: “Hospitality Creek"! Una pieza, claramente influenciada por el binomio Garbarek-Jarrett, pero que no por este dato (meramente ilustrativo) debe ser censurada. A medida que el tema crecía, el bajo se transformaba en un slap picante y diligente y Stan y Hyman iniciaban un extenso duelo de soprano y batería. Pero el turno del compositor llegó y no hay palabras para describir el solo que esa araña electrificada hizo sobre el teclado.
Sin intervalo la música siguió su curso y reapareció el joven compositor y guitarrero: Chuck Loeb: (¡en el repertorio figuraban siete temas de este pequeño!) “Next Tuesday” fue la consagración del espectáculo: un tema a velocidad con un extenso y preciso solo de tenor y ahora así, después del solo de piano eléctrico, apareció el baterista (21 años) con su solito de batería que dejó muda a toda la audiencia.
“Atumn Leaves” y "Lush Life” (de Billy Strayhorn) se incluyeron en el espectáculo, haciéndonos recordar a aquel Coltrane del cincuenta.
Ya las luces estaban encendidas y la gente no se iba. Getz, como buen caballero, volvió a escena en dos oportunidades para dar un poco más de buena música: Final.
En el pasillo del lustroso hall del San Martin, las opiniones oscilaban generacionalmente desde los músicos “adultos” de jazz nacional, que dejaban caer su baba por don Getz, hasta los jóvenes e impetuosos que esperaban más música, más garra, furia y demás. Surcando la barrera de ambos bandos, pienso que Getz es un excelente músico del cual se pueden aprender toneladas de cosas. Creo que sus músicos son buenos ejecutantes, tal vez demasiado pe- pequeños para estar junto a Getz, salvo el pianista que sí demostró amplios conocimientos y creatividad sobre su instrumento.
Creo que no es nocivo recibir, de vez en cuando, un poco de ingenuidad, candor y desinfección. Tal la música de Getz: un tenue centelleo antiséptico, un tanto in-sólito para nuestro medio que, por lo general, espera sentirse arrollado por cuanta cosa se le ponga enfrente.
Para El Expreso Imaginario
Noviembre de 1980
Roberto Pettinato