EDNA POZZI
Poeta y prosista nacida en Pergamino, Buenos Aires. Su obra abarca, entre otros títulos, Tiempo para decir llorando, Señales para Gustavo, La razón más impura, Ella dijo algo fantástico, De mala muerte, Palabras que me salven de la muerte, Ferocidad de la memoria, Cantata a Alejandro, La madre, Ana de fin de año, La última palabra no la tiene la muerte, Alabanza del triste de furor, El libro de Javier, Cercanías de Adolfo De Ferrari y Balada de fin de siglo (en colaboración), todos de poesía. En novela ha publicado Las ruinas de la infancia, El lento rostro de la inocencia y El ruido del viento. Antología crítica: Alejandro González Gattone y Escrito en la arena, reunión de artículos periodísticos, notas y comentarios bibliográficos. Su obra poética completa (1969- 2000) fue publicada en el año 2000, como I Tomo de su obra completa que incluye además de poesía, narrativa y ensayo, sus obras han sido reiteradamente galardonadas en el país y en el extranjero. Dos veces Faja de Honor de la SADE, ha recibido también, en España, el Premio Único en Lengua Castellana de la Caía de Ahorro de Galicia y el Premio de Poesía en Lengua Castellana “Blas de Otero”, el Premio de Literatura de la Provincia de Buenos Aires, el Premio regional de Literatura del Ministerio de Educación y Cultura de la Nación, así como distinción en el otorgamiento de los premios nacionales del mismo organismo. Sus novelas han sido distinguidas con el Primer Premio del Certamen Bienal de Novela de la Unión Carbide Argentina, el Premio Emecé. el Primer Premio de Novela del Fondo Nacional de las Artes y sus cuentos con el Premio Eduardo Mallea de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y el Primer Premio Avon con la Mujer en las Letras, 1995.
Periodista, conferencista, ha desarrollado una intensa actividad como difu- sora de cultura y en los movimientos feministas. En 1986 se le otorgó el Premio Alicia Moreau de Justo a las cien mujeres más destacadas del país. En 1996, recibe el Gran Premio de Honor de Poesía de la Provincia de Buenos Aires. En 1997, la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, la elige como la mujer más destacada en el año de cultura en territorio provincial. En 1998, el Honorable Congreso de la Nación declara de interés cultural y parlamentario su obra completa y le rinde homenaje por su aporte al pensamiento y por su producción literaria en poesía y narrativa. En el año 2001, recibe del Congreso de la Nación la distinción como “mejor notable argentina”.
Este es el país en que mi madre voló a pedazos
en cenizas ardientes
y la zona donde mi hijo preguntó
por el caballo blanco del Gran Capitán
y la gris estampa escolar
donde la montaña yacía en los ojos del Padre
abatido por los cóndores.
También es la tierra que soportó
a traficantes y ladrones
Imbéciles e ignorantes
a cerdos que gritaron triunfantes
y asesinaron y violaron y robaron
ensuciando el mapa terso
que siempre es sospechado como un triángulo de lilas.
Este es el país que tuvo aliento largo
en las banderas enarcadas de los caudillos
que enseñaron cómo se muere con limpieza
la muerte como un cándido objeto
como una labranza interminable
y estuvo doblándose por años
en el olor del trigo y en una remota esperanza
de alcanzar un nombre
una certeza
algo que tintineara al pronunciarse
como una copa de plata.
Esta es la casa que contuvo
los ojos del asesinado
en los basurales de José León Suárez
y donde yo aprendí
que la justicia podía ser posible
si se pronunciaba como un pan
algo exigióle y necesario.
La casa donde el miedo crujió en las noches
de perseguidores oscuros
y contuvo macilentos despachos
con registros de nombres y amenazas.
Este es el país que me enseñó la desolación
pero también la libertad de las palabras
me mostró las calandrias y las torturas
la ciénaga y el cielo alto y tenaz del Paraná.
Esta ha sido mi casa y no tengo otra.
La casa de los libros amados
sospechosos de herejías y desviaciones ideológicas
con esa rotunda claridad
de los versos quebrados
y de los traslúcidos infantes
de pies morados
que se acordaban de Mayo
mirando subir la que no ha sido atada jamás
al carro triunfal de ningún vencedor de la tierra.
Este es el pats que me cubrió de oprobio y de vergüenza
y al que negué tres veces
con un feroz cansancio
pero también el país donde aprendí que hay una libertad última
con palabras votadas en palomas metálicas
palabras que servían para nombrar cosas anchas y espléndidas
palabras que resistían como clavos
duros e insomnes.
Era mí casa y no he tenido otra.
Jamás diré que ha muerto.
Porque contuvo la garra fina de Alejandro
y se inclinó sobre la greda oscura
de un alfarero
y vio la cara de un muchacho de veinte años
un segundo antes de morir
y desplegó sus lisos cielos australes
para que yo me doliera de la derrota
y tuviera un lugar abierto para llorar
y acunar una furia interminable.
Porque golpeada, amada y traicionada
aún sigue siendo la única casa posible,
jamás diré que ha muerto.
Con los músicos y los poetas
con los tramposos y los imbéciles
con la memoria ancha de los puros
y la angosta memoria de los cobardes
asi, valiente, estrujada, férrea azucena,
insobornable, desgraciada y sucia
vive más allá de las palabras
amada, funeral, recién nacida,
esta pobre, clara, definitiva patria.